CAPÍTULO 35: Te estuve esperando

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Mi hombre se da la vuelta dejándome ver el otro lado de su majestuosidad y ya simplemente no lo resisto...

Me lanzo hacia él y me subo a su espalda apoyándome de sus hombros, mientras envuelvo su cintura con mis piernas; por poco se le cae la toalla, pero él consigue sostenerla en la parte frontal con una mano.

«¿Para qué? Igualmente, voy a quitársela»...

Dejo un beso en su nuca antes de volver al suelo y él se gira para mirarme mientras se sujeta la toalla nuevamente en la cintura; su expresión es de completo desconcierto, pero no le doy tiempo de decir nada y me apropio de su boca enseguida.

Lo empujo hacia la cama y cuando sus pantorrillas chocan con el borde, se deja caer, correspondiendo a mi beso con la misma efusividad. Me siento a horcajadas sobre su cintura, sin dejar de besarlo, mientras él aprieta con fuerza la mía.

—No lo soporto más —manifiesto, respirando agitada—. Quiero que seas mío ahora.

—Ven pequeña.

Una de sus manos deja mi cintura para atraerme de la nuca y devorarme la boca. Gimo de placer por aquel beso desenfrenado, pero el calor aumenta cuando empiezo a sentir la presión de su excitación entre mis piernas; cada vez oprime con más fuerza y lo siento crecer hasta que me duele, pero lo presiono más con mi peso y él jadea.

Soy una completa loca desquiciada por él, y él lo es por mí...

Con ambas manos toma el borde de mi blusa y la saca por mi cabeza con rapidez, clavando su mirada en mi pecho. No le permito que me siga observando cuando hundo mi cara en su cuello, dejando besos húmedos y calientes allí; empiezo a bajar lenta, pero decididamente por su pecho, saboreando cada centímetro de su piel mientras absorbo las últimas gotas de agua que quedan, hasta que llego al borde de la toalla y casi se me sale el corazón por lo que veo; sin embargo, eso solo incrementa mi deseo por quitar esa tela y la retiro con un movimiento rápido.

Mis ojos se quedan clavados allí, en su masculinidad, contemplando su auge tan cerca de mi rostro que mis mejillas se colorean de un tono rojizo, pero justo cuando quiero acercar mi boca, él me agarra del brazo y se incorpora impidiéndomelo. Me toma de la cintura con firmeza y me tira a la cama con tanta facilidad que parezco una muñeca de trapo entre sus manos.

—No tan rápido, nena —dice antes de tomar el borde de mi pantalón y sacarlo por mis piernas, arrastrando con este las bragas.

Me quedo completamente desnuda de la cintura para abajo y doblo las piernas en un ataque de timidez. Alexander besa mi tobillo subiendo lentamente hasta que llega a mis rodillas y me obliga a separar las piernas solo para sentirlo. Se abre paso a través de mis muslos, besando y absorbiendo mi piel en zigzag para no dejar de lado ninguna de mis piernas.

—Ahhh... —gimo cuando está lo suficientemente cerca de mi zona íntima, sin despegar mis ojos de su acto, pero cuando creo que se sumergirá entre mis pliegues, se hunde en la embocadura de mi pierna izquierda, pasando su lengua por allí.

Un dulce cosquilleo me hace temblar y lo sujeto del cabello, haciéndolo levantar para adueñarme de sus labios. Necesito que acabe con esta tortura y me penetre de una jodida vez...

Su mirada está llena de lujuria cuando me quita el sostén con un movimiento rápido y toma mis muñecas apretándolas sobre mi cabeza. De inmediato siento su roce entre mis piernas y suelto un nuevo gemido cuando la punta de su miembro acaricia mis pliegues húmedos.

—Alex, por favor... —lo miro con súplica, elevando mis caderas para que entre más en mí y él obedece...

—¡Qué impaciente eres, hermosa!

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