CAPÍTULO 126: Aunque la mona se vista de seda...

273 41 9
                                    

Despertar y ver a Alex a mi lado es como un sueño, solo tengo que pellizcarme para volver a la realidad de que él no me recuerda...

Se ve tan guapo ahí dormido. Es domingo y no tengo nada que hacer, pero también tengo claro como debo comportarme y no me conviene quedarme, necesito que me extrañe.

Por otro lado, tengo que ir a ver a mis hijos; desde que sucedió lo del secuestro, la zozobra no me ha abandonado y no me gusta dejarlos solos por mucho tiempo.

Me pongo la chaqueta encima de la pijama, tomo mi ropa mojada y salgo del apartamento.

—Señorita Abril, buenos días, ¿cómo sigue el señor Alexander? —pregunta Gabriel deteniéndome en la portería.

—Hola Gabriel, ya está bien, gracias por preocuparte.

—Cómo no voy a preocuparme, señorita; el señor Alexander ha sido muy bueno conmigo, no sé si él se lo dijo, pero gracias a él tengo este trabajo.

—No, no me lo había dicho.

—Hace más de un año me echaron de la empresa en la que trabajaba como obrero y un día que estaba buscando trabajo me topé con el señor Alexander; él intervino para que me contrataran como portero de aquí.

—Me alegra mucho —sonrío—. Él sabe reconocer a las buenas personas como tú.

—Gracias señorita, usted es un ángel también —afirma devolviéndome la sonrisa—. ¿Puedo preguntarle por qué ya no están juntos?

Suspiro con tristeza y él me mira a los ojos expectante.

—Por su pérdida de memoria. No me recuerda y por eso prefirió acabar la relación.

—Lo siento mucho, señorita, pero no se preocupe, yo le hablaré de usted para que la recuerde.

—Gracias Gabriel —Tomo una de sus manos entre las mías, mostrándole mi agradecimiento.

—Usted es muy buena y él también, los dos merecen estar juntos y ser felices —dice y se queda mirando el anillo en mi mano—. ¿Ese anillo se lo dio él?

—Sí, es mi anillo de compromiso, me lo dio cuando me pidió matrimonio.

—Es muy hermoso y adorna muy bien sus bonitas manos.

—Gracias, Gabriel, ahora discúlpame, tengo que ir a ver a mis mascotas, cuídate.

—Que le vaya bien, señorita Abril.

🤗🤗🤗

Llego a casa, saludo a Mister Clock y a Panqueque, les doy de comer y decido sacar a Panqueque a pasear un rato.

Llegando al parque me encuentro con Cristóbal que viene de trotar, al parecer, y al verme se acerca y me planta un beso en la mejilla.

—¡Guácala!, me llenaste el cachete de sudor. —Me limpio la mejilla con el dorso de la mano.

—Yo también me alegro de verte, muñeca.

Le doy un puño en el pecho y se ríe.

—¿Qué haces?, ¿poniéndote guapo?

—Eso es imposible, más guapo no puedo estar.

—Ja, ja, ja, presumido.

—¿Qué te trae por aquí con ese trapeador con patas?

—¡Oye, respeta a Panqueque! —voceo empujándolo por el hombro.

—Ja, ja, ja, ¿Alexander y tú no pudieron elegir un nombre más gracioso?, ¿lo ven apetitoso o qué?

El universo que inventamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora