PRÓLOGO

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¡¿Pero qué mierda?! Esas fueron mis palabras cuando lo vi. Sí, era el día de San Valentín. Y sí, lo encontré en la cama con otra. Quería estrellar en su cabeza el jarrón que me regaló para mi cumpleaños, pero... No, no debía incitarme a cometer un delito. Romperle la cabeza estaba mal. Escupirle, arañarlo, eso era mucho más aceptable. La ira que sentía me carcomía. Así que lo único que pude decirle fueron muchas palabras que prefiero omitir y que para cuando volviera en una hora, esperaba que se hubiera ido de mi casa. Sí, ¡en nuestra propia casa!

El dolor se paga caroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora