Capítulo 14: Una tribu de peones.

508 54 11
                                    

Al día siguiente, salí y cargué mis brazos con comida de uno de los puestos antes de vagar por los callejones traseros por un rato. La comida estaba asada y ensartadas.

Esta vez supongo que debo seguir el consejo de Hitogami. Seguí sus instrucciones sin pensar, compré la comida que me dijo que hiciera, y luego me abrí camino en los callejones.

Caminé por el callejón. Yo solo por su puesto.

¿Por qué razón lo haría solo? Supongo que será una trampa, aunque no lo creo, aunque el hecho de tener que usar mi aumento mágico que gasta algo de energía por cada segundo, pero no es muy molesto debido a mis gigantes reservas de maná.

Había silencio en los callejones traseros.

«Heh, heh, heh, heh. Niña, si vienes conmigo te daré toda la comida para que te llenes.»

Una voz se filtró a través de uno de los callejones. Rápidamente, me asomé en su dirección y vi a un hombre de aspecto sombrío tirando de la mano de una niña que estaba desplomada contra el costado de un edificio.

Era fácil deducir lo que estaba pasando. Sin embargo, el que se mueva primero gana, así que prepare mi equipo. Luego generé un cañón de piedra modificado con la velocidad y potencia de un golpe y lo apunté a la espalda de hombre.

«¡Yowchi!

Cuando miró por encima del hombro, disparé otra vez. Esta vez lo reforcé un poco.

«¡Gah!»

El hechizo lo golpeó en la cara con un violento ruido sordo, donde se fragmentó y se derrumbó en el suelo. El hombre se tropezó al antes de caer.

«¿Estás bien?»

«S-sí.» Era joven y estaba vestida con un revelador traje de cuero negro: botas hasta la rodilla, pantalones. Su piel pálida en su clavícula, la cintura delgada, y el ombligo y los muslos expuestos. Además de todo eso, ella tenía cuernos de cabra y cabello púrpura ondulado y voluminoso.

«Tú... Tú ahí, ¿qué has...?» Estaba temblando ella como un ciervo.

Ella tenía una mirada de total incredulidad en su cara.

«Ah, lo siento. ¿Lo conocías?» Pregunté, inclinando la cabeza. La mirada en la cara de ese hombre de mediana edad no me dio la impresión de que conocía a este chico.

«Me duele la barriga del hambre... y este hombre me iba a dar de comer.» Un estruendo ruidoso puntuó su frase.

«¿Estás bien?»

«Gua... Urgh... han pasado trescientos años desde que reviví. Desmayarse en un lugar como este es inconcebible. Laplace no puede saber nada de esto.»

¿Está actuando como si fuera una reina demonio o algo así?

«De todos modos, come esto y recupera un poco de tu fuerza.» Le metí tres de los pinchos fritos que le había comprado en la boca.

En el momento en el que entraron en su boca, sus ojos se abrieron y permanecieron así mientras devoraba la carne en segundos. Luego me arrebató las brochetas. Tenía un total de doce, pero se los acabo al instante.

«¡Delicioso! ¡Lo primero que he comido en un año y es tan sabroso!» La chica parecía haberse recuperado. Saltó al aire desde su posición prona, haciendo una sola rotación antes de aterrizar de pie.

«¿Un año? No sé cuáles sean las circunstancias, pero eso es algo extremo.»

«¿Hm? Bueno, no es como si hubiera contado la salida y la caída del sol, pero con lo vació que está mi estómago, debería ser un cálculo aproximado.»

Una aventura pacificaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora