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Olivia estaba casi entrando en su quinto año en Hogwarts. Para sorpresa de nadie había establecido una gran amistad con Harry, Ron y Hermione.

Es verdad que la rubia siempre había ido más a su aire, desde pequeña había sido independiente, aunque muy sociable, se llevaba bien con casi todos, pero con el trio de oro se sentía especialmente cómoda.

Con los años había desarrollado una belleza que no pasaba desapercibida, una larga cabellera adornaba una cara redonda, con ojos café grandes pero rasgados, y una boca sonrosada con unos labios prominentes. Cierto es que, aunque consciente de su belleza, no era engreída, pero si segura de si misma, lo cual llevaba a malos entendidos sobre su arrogancia, sobre todo entre féminas que no se paraban a charlar con ella.

Liv paseaba por los jardines de Hogwarts después de visitar a Hagrid, una tarde de verano antes de que iniciasen las clases.

Iba descalza con sus zapatos anudados, colgando de una de sus manos, su cabellera mojada después de haberse dado un baño en el lago, comiendo una manzana verde.

Despreocupada casi aburrida, se preguntaba a si misma como iria ese año, sobre todo después del regreso de Lord Voldemort, cuando a lo lejos divisó una cabellera rubia inconfundible.

Como siempre, como todos los veranos.

FLASHBACK.

Liv estaba jugando con Peeves en uno de los pasillos del castillo cuando, un poco más adelante, vio a un niño rubio de su edad, lo cual era algo insólito para ella, al menos dentro de esos muros.

El niño vestía de negro, era rubio platinado y estaba de espaldas a ella. Lo acompañaba un señor con una cabellera de su mismo color, y una señora también rubia, aunque con alguna mecha negra, muy erguida. Los tres tenían una pose casi aristocracita, aunque cuando el niño relajó sus hombros, el señor le dio un toque nada agradable en una de sus clavículas, obligándole a corregir la postura. Justo en ese momento, apareció Dumbledore abriendo las manos a modo de bienvenida mientras sonreía:

-Señores Malfoy, siempre es un placer recibirlos en Hogwarts.

Dumbledore empezó a hablar con los señores, mientras caminaban lentamente, y el niño quedó atrás, seguramente aburrido por lo que hablaban los adultos.

En ese momento Liv decidió acercarse a el, dando un pequeño toque en su hombro derecho mientras ella se posicionaba a su izquierda.

Cuando el niño giró la cara hacia la derecha sin encontrar a nadie, ella dijo:

-Hola, niño rubio.

Cuando el niño se giró, Liv vio una cara de tez blanca, con unos enormes ojos grises mirándola sorprendido.

-No soy un niño, soy Draco Malfoy, niña.- Replicó.

-Bueno, te llamarás Draco, pero eres un niño. Yo soy Olivia. –Ella sonrió con esa gracia natural, y le ofreció su mano para que la estrechase.

Draco dudó un par de segundos, pero al final le estrechó su mano sin mucho entusiasmo.

-¿Vives aquí? –Preguntó él con recelo.

Liv asintió con la cabeza antes de preguntar:

-¿Tú porqué estás aquí? Normalmente suelen venir en septiembre, además nunca había visto un niño de primero tan bajito como tú.

Liv vio como Draco fruncía el ceño, parecía indignado.

-Oye, no soy bajito, si no que ni siquiera soy alumno de aquí. Mis padres han venido a hablar con Dumbledore, para ver las instalaciones y ver a que clase de gente admiten aquí, no quiere que dentro de dos años, cuando cumpla once, esté mezclado con sangres sucias. En ese caso, me mandarían a Durmstrang, aunque mi madre no quiere.

𝑒𝓎𝑒𝓈 𝒶𝓇𝑒 𝓁𝑜𝓊𝒹 • La Reina de Hogwarts y el Principe de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora