La melodía de unos pajaritos me despertó. Estaba sentada en medio del bosque con la espalda apoyada contra el tronco de un árbol. Llevaba un cómodo vestido blanco, y estaba acompañada de un libro. Lo sostenía entre mis manos, pero lo acomodé a un lado para alzar la vista al cielo. Sonreí por esa espectacular imagen. Parecía que mis labios se ensancharían por la fuerza que ejercía.
Escuché un arroyo a lo lejos, una preciosa melodía que quería percibir más de cerca. Me levanté con los pies descalzos, sin darle importancia a las pequeñas piedrecitas que habitaban en el lugar. Al contrario, me daba la sensación de que caminaba sobre una suave y esponjosa nube. Transité por el bosque en busca de esa armonía. Me llamaba, me reclamaba. La armonía crecía en mí, y mi intuición me susurraba al oído que estaba yendo por el camino correcto.
Parecía que estaba en un lugar distinto. Me había trasladado de un bosque en ruinas hasta un precioso lago. Noté un ligero cosquilleo al apreciar la fresca hierba entre los dedos de mis pies. El sol acariciaba mi rostro y el viento alborotaba mi larga melena rubia. Sin embargo, una extraña presencia me condujo hasta el agua. Zambullí un pie, y me estremecí al ser consciente de lo fría que estaba. No tardé en meter el otro. Y, entonces, el frío se hizo más ameno. Más natural. Como si el agua y yo fuésemos uno en ese instante.
Sin motivo aparente, aquella extraña presencia me animó a bailar. Daba vueltas sobre mí misma sin dejar de sonreír. Escuchaba el sonido del agua y de los pajaritos a mi alrededor. Componían esa preciosa melodía que provocaba que bailase como si de una delicada princesa se tratara. Danzaba más deprisa, con más fuerza, con más intensidad.
Pero tropecé con una piedra y mi cuerpo cayó al agua. Mi cabello y mi vestido se empapaban, al igual que mi rostro. Caí boca abajo y notaba como el agua entraba a gran velocidad en mi interior. Me llenaba los pulmones, quedándose sin aire. Yo no hacía nada por impedirlo. No luchaba por salir a la superficie, sino que me anclaba con ímpetu para perder la respiración.
Estuve inmóvil hasta que mi alma salió de mi cuerpo, el cual se hallaba inerte en el lago. Nadie vendría a buscarme, nadie me echaría de menos.
Así es como debía ser.
ESTÁS LEYENDO
Aurora: una historia sobre enfermedades mentales
Romance« ¿Sabes lo que realmente veo yo? Veo a una chica de diecinueve años que lucha cada mañana por ser feliz. Que tenía una vida que le encantaba y que, aunque no fuera perfecta, ella estaba conforme. Pero un día se la arrebataron de las manos, y ahora...