38. La Bruja

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Tacharon del historial a todos los Mortífagos que mataban

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Tacharon del historial a todos los Mortífagos que mataban. Aún quedaban muchos por aniquilar, incluidos los hermanos Maddox. Eran como cucarachas voladoras; nunca las logras pillar.

Muchas veces, capturaban a Mortífagos y los traían a su casa para intentar sacarles información a base de un interrogatorio. Si era Aurora la que interrogaba... bueno, di tus últimas palabras.

El mundo mágico los conoció a lo largo de los años. Algunos los aclaman como a héroes, otros los temían como a los monstruos. Dumbledore sabía quiénes eran, los niños contaban historias y el Ministerio los llamaba asesinos justicieros.

Eran Cazadores de Mortífagos. Vengaban a los caídos y protegían a los inocentes. Si eres un Mortífago, ten por seguro que, da igual dónde estés, te encontrarán y acabarán contigo y todo tu maldito clan.

Eran los Cazadores de Mortífagos.

•••

—Di la verdad, Marlee.

—¡Esa es la verdad, Delacourt!

Aurora intentaba concentrarse mientras Edward y Marlene peleaban como muchas otras veces. No soportaba el ruido. Quería escucharse a ella misma, al aire, el vuelo de una mosca. No a Marlene y a Edward. Y lo peor era que se pasaban así durante horas, días, incluso años. De hecho llevaba casi siete años así.

Aurora cerró el libro y se dirigió a su habitación. Colocó el libro en el hueco de la estantería que le correspondía. En vez de quedarse allí, salió y se dirigió a la sala central, bajo sus mismos pies. Abajo, en el sótano, había tres cuartos diferentes.

Las sala de control. En ella se encontraban todos los mapas que revisaba y recorría ella misma. El cuarto donde se encontraban todas las armas y los libros de hechizos y pociones avanzadas. Allí mismo guardaban todo lo que robaban o conseguían de otras misiones junto a los registros de Mortífagos muertos y vivos que interrogaban. Además, también guardaban todos los periódicos y todas las revistas en donde aparecía alguno de los tres.

La sala de interrogatorios. Llena de dagas, armas de tortura, restos humanos y sangre. Sobre todo sangre. Allí llevaban a los Mortífagos para sacarles información. Cada vez que capturaban a uno, le hacían las mismas preguntas. Nunca podía faltar una en especial, la imprescindible para Aurora: «¿Dónde está Hillary Potter?».

Nunca oía lo que quería escuchar. Muchos le decían que se rindiera ya, que la niña estaba muerta. Sin embargo, ella no iba a rendirse tan fácilmente. Encontraría a su sobrina aunque le costara la propia vida.

Por último, estaba la sala de entrenamiento. Estaba a veinte metros bajo tierra. Tenían allí todo lo que necesitaban para entrenar. Hacerlos más fuertes cada día para la batalla. Entrenar, pegarle a un saco de boxeo o correr todo lo rápido que pudiera era lo único que mantenía cuerda a Aurora. A parte del alcohol.

Aurora Potter: la última Merodeadora (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora