Capítulo 14: No es un adiós

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—¿Eh? —preguntó Phoe con ojos entrecerrados—

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—¿Eh? —preguntó Phoe con ojos entrecerrados—. ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?

El niño intentó ver o tocar algún objeto que lo guíe, pero se quedó en eso, un intento sin rumbo alguno.

—Oh, veo que ya despertaste, Phoe. Ya era hora —respondió Frederick—. ¿Cómo te sentís?

—¿Cómo me siento? —repitió el niño con confusión.

Phoe terminó de abrir los ojos y levantó la parte superior de su cuerpo, quedando sentado en la cama, con la parte inferior cubierta en sábanas. Al dar un tímido vistazo a la habitación, logró reconocerla al instante: la habitación de Frederick. Esa colección de hojas no se veía en cualquier lado, después de todo.

El niño observó sus manos con detenimiento, y al intentar moverse, sintió dolor por la totalidad de extensión de su cuerpo. Al doler en tantos lugares al mismo tiempo, no lograba determinar la parte exacta de sus heridas; únicamente estaba seguro que había cosas que dolían. Mucho. Chilló al sentir todo junto.

—Diría que e-estoy regular —respondió Phoe finalmente.

—Al menos no mentiste, te iba a golpear si lo hacías —mencionó Frederick con una sonrisa.

«Lo peor es que sí me lo creo... Debo tener cuidado», pensó.

Phoe era un niño que aprendía de sus errores.

Un sonido surgió e invadió sus sentidos. Reformuló esa definición de forma veloz: más que un sonido, se trataba de un ruido, que no constituye lo mismo. Ese era uno que conocía muy bien: una pava hirviendo. A diferencia de la que poseía su papá, esta era calentada a gas y no con electricidad. El niño pensó en si eso finalizaría en sabores distintos, como la carne que no sabe de la misma forma si es horneada o fritada.

Frederick agarró la pava de su mango y vertió el contenido en una pequeña tetera con flores rojas impresas. Ese era el tipo de tetera que Phoe se esperaría de un anciano; se alegró que sus expectativas fueran correctas. De un frasco del que no se podía ver el contenido, Frederick sacó hojas de un verde grisáceo como si estuvieran secas. Las puso dentro de la tetera en compañía con el agua y la terminó de cerrar. Luego solo se sentó.

—¿Qué e-es eso? —preguntó Phoe viendo la tetera.

—Estoy haciendo té de melisa —respondió Frederick, desparramándose en su silla—. ¿Querés?

«¿Melissa? Parece nombre de anciana», pensó el niño.

—E-en verdad nunca probé algo así, s-suelo tomar mate cocido y solo mate cocido.

—Pues la melisa es lo mismo. La diferencia radica en que tienen sabores completamente distintos.

—Entonces no es para nada lo mismo... —murmuró en recriminación Phoe.

Los héroes también sienten fríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora