Capitulo 1: El mundo es distinto

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       Phoe despertó.

        El viento y el frío no se filtraban demasiado en la cueva donde se encontraba descansando, por eso resultaba un excelente refugio en esas noches frías. Esto no era una coincidencia, la habían elegido la noche anterior por esa misma razón, junto con su ideal tamaño: lo suficientemente grande para que sus mochilas y bolsas de dormir cupieran con facilidad, y lo suficientemente pequeña para que la lámpara de olivos de Barloc pudiera iluminar la zona de arriba a abajo y de izquierda a derecha. El tipo de cueva que un oso usaría de refugio en una tormenta, o que arqueólogos se plantearían estudiar en un estudio de campo. Para esos dos viajeros se sentía como un lugar erróneamente cálido, algo les decía que no los tenía que conmover de esa forma, que era una cueva húmeda que utilizaban al no existir otra opción, pero el calor que no lograban encontrar en el exterior les proporcionaba una sensación de afecto particular.

        En ese ambiente es que Phoe se levantó únicamente de la cintura para arriba, con sus piernas aun descansando debajo de la frazada térmica.

        No recordaba la razón de que se levantara, pero a raíz de su postura, expresión, y grito, hasta él mismo pudo suponer que tuvo una pesadilla.

        —¡Lucecita! —dijo Barloc al notar el gesto de su hijo, dejando su taza con mate cocido en el suelo, volcando un poco en su barba poco poblada—. ¿Te encontrás bien?

        Phoe no dio respuesta. Aun con la piel de gallina y el corazón como un tren, no se hallaba ni un poco lúcido. Limpió la lagaña de sus ojos con los dedos de ambas manos y dio un gran bostezo. Alineó su mirada a la de su papá, notó que su bolsa de dormir se encontraba unos cuantos metros más lejos, y solo los separaban las brasas de una fogata que, presumiblemente, había sido encendida la noche anterior. Recién en ese momento, el niño se dio cuenta de en dónde se encontraba, y con quién.

        —S-sí, estoy bien —respondió finalmente.

        Fijó su vista al suelo.

        —¿Estás seguro?

        El niño asintió.

        —¿Seguro segurísimo?

        El niño asintió una segunda vez.

        —¡Me alegra enormemente! Si querés que te revise solo avisame. Por estas fechas la fiebre es bastante común.

       —N-no, de verdad estoy bien, solo fue un sueño algo tonto.

       «Debe creer que soy muy débil por dejarme afectar con algo así», pensó el niño.

       —Me alegra demasiado que se quede en eso—dijo Barloc—, solo un sueño

       Barloc sonrió.

       —Perdón por preo...

       —¿Querés desayunar?—interrumpió sin darse cuenta.

       —C-claro —respondió Phoe, con la vista aún en el suelo.

       Barloc se echó a su gran mochila y la revolvió.

       —Me desperté algo temprano para organizar las cosas que encontramos ayer.

       —¿Y cómo te fue e-en eso? —preguntó Phoe.

       —Bastante bien, aunque no logro encontrar el último mapa. —Sacó distintas piezas mecánicas de su mochila, cada vez con más rapidez. —Ya sabes, ese mapa en el que estamos anotando el recorrido que hacemos desde el norte.

Los héroes también sienten fríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora