Cristofer Park (Editando)

Recuerdos profundos

Los árboles bailaban por el viento, el sonido de las aves resonaba en las afueras del bosque, era primavera y la luz del sol como la vegetación eran relucientes en aquel bosque a las afueras de la ciudad. Ahí se encontraba un pequeño niño de aproximadamente ocho años, explorando el bosque y gozando de la naturaleza con su dulce aroma a flores. De repente escuchó un quejido de un animal, parecía estar agonizando. Rápidamente el chico buscó entre los arbustos, buscando con angustia a aquel animal sufriendo.

Resultó ser un pequeño zorro de color rubio cenizo, chillaba y aullaba del dolor, en seguida el niño se acercó a él sin quitar su carita de angustia. El pequeño analizó las heridas del animal, parecía que había sido herido por animal más grande que él, aparte de que sus heridas parecían ser profundas y bastante graves. Quería ayudarlo, pero no sabía nada sobre cómo darle los primeros auxilios a un animal, especialmente a zorros.

Un sonido de hojas crujiendo se escuchó justo detrás de él, eran pisadas pesadas como las de un adulto. El pequeño rubio se volteó lentamente para ver de quién se trataba, y para su sorpresa era su padre. El hombre tenía un chaleco gris militar, mientras que tenía una botas de cuero y traía consigo una escopeta. El chico se quedó paralizado al verlo de nuevo, sentía mucho miedo de que algo malo fuera pasar sí él estaba cerca.

El hombre se acercó a su hijo, quién estaba de rodillas junto con el animal, ahí se agachó y miró detenidamente al pequeño zorro moribundo.

— Ese animal ya no tenía salvación, lo mejor es acabar con su sufrimiento. —dijo el mayor sin expresión alguna en su rostro.

Él se levantó y se dirigió hacia los arbustos como sí quisiera buscar algo. El niño se levantó temeroso de donde estaba el pequeño animal, quería ver qué buscaba su padre pero algo se lo impedía. Sus piernas se sentían temblorosas, era un miedo, pero era un miedo en el que sabes que nada bueno va pasar. Cuando por fin pudo mover su pie izquierdo para caminar hacia su dirección, su padre regresó la vista hacia él. Este tenía una piedra grande en su mano derecha, sosteniendola con una sola mano. El chico miró con cierto nerviosismo la mano derecha de su padre, quién se la mostraba para que la viera mejor.

Su padre se acercó hacia él junto con ella para finalmente alzarsela para que la tomará.

— Toma, mátalo. —dijo el hombre con cierta frialdad en sus palabras.

Los ojos del niño se llenaron de un pánico indescriptible, mientras veía la piedra retrocedía unos pasos hacia atrás, así mostrando que no quería hacerlo. Pero esto no era más que cobardía ante los ojos de su propio padre, quién al ver la reacción tan sumisa de parte de su pequeño hijo de ocho años, se lleno de ira y molestia.

— Vamos, Gregory. No estoy de humor para tus ridiculeces. Has lo que te ordenó. —ordenó de forma intimidante, mirándolo lleno de desprecio y crueldad.

El niño rubio asintió con la cabeza atemorizado, mientras veía a su padre con temor y tomaba la piedra de su mano detenidamente. Nuevamente el pequeño se volteó a ver a la pobre criatura agonizante, alzó la piedra hacia arriba de su cabeza, como tratando de tomar vuelo y soltarla encima de él de forma instantánea. Sus manos estaban temblorosas; no quería hacerlo, soltando la piedra en el suelo, desviando por completo su trayecto.

Esto causó la ira de su padre quién lo agarró de los hombros, aplicando fuerza en el proceso. Ya hartó de la cobardía y incapacidad de su hijo.

— ¡Eres un inútil! ¿¡Cómo es posible que no puedas acabar con la vida de un animal, pero que sí apuñales un niño en plena clase!? ¿Eh? ¡Maltrato monstruo! —gritó haciendo un mueca de furia- ¡Respondeme, Gregory!

El niño miraba a su padre a los ojos, apuntó de tener un ataque de pánico, mientras caían lágrimas de sus ojos. Tenía un nudo en la garganta que le impedía responderle. Al no recibir respuesta, el hombre bajo la cabeza, y nuevamente se reincorporó e hizo que su hijo le abriera el paso hacia el animal.