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Pocos días después volviste a tu casa. Sonreías y actuabas como si nada hubiese sucedido pero había algo en tus ojos, algo que habías intentado ocultar de mí antes. Dolor.

Eras solo un adolescente cuya vida terminaría en medio año.

No lo pediste, no lo esperabas, simplemente pasó.

—Cuentame cómo fue. —Te pedí un día.

Y tú hablaste durante horas.

Me contaste cómo fue enterarte de tu diagnóstico, los meses posteriores, el llanto, el dolor de saber que era muy probable que no llegaras a la mayoría de edad. Los días de quimio y cuando te dijeron que ya no había nada que hacer.

Mi corazón dolió por ti. No merecías nada de esto. Solo tenías 17 años, se suponía que ibas a empezar la universidad el próximo año, que publicarías un libro y te volverías conocido. Luego, tal vez te casarías y tendrías hijos. Y un gato. Imagino que te hubiera gustado tener un gato. Ahora yo tengo uno y sé que lo habrías amado.

La vida es injusta. Lo pensaba en ese momento y lo sigo pensando ahora. Pero estoy agradecida con ella por haberte puesto en mi camino. Incluso si duró poco, esos meses juntos fueron los mejores de mi vida.

Memories of SamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora