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Pasaron varios días antes de que volviera a verte. No aparecías en clase de matemática ni en los pasillos. Admito que me sentía un poco decepcionada. Por alguna razón, quería hablar contigo. Algo en tu manera de pensar tan “realista” me atraía.

Lena, mi mejor amiga, decía que estaba loca. Que ni siquiera te conocía. Pero no me importaba.

Así que cuando te vi nuevamente sentado al fondo del aula de matemáticas casi una semana después, me acerqué.

—Hola —dije.

Mis manos temblaban de los nervios.

Tú levantaste la vista y frunciste las cejas.

—¿Necesitas algo? —preguntaste como si no entendieras qué hacía allí hablándote.

Seguro pensabas que era rara. Ojalá te lo hubiera preguntado.

—Uhm no. —Me mordí el labio—. No. Solo quería saber cómo estabas. No viniste estos últimos días.

Solo después de decirlo, noté lo estúpido que sonaba. Dios, estaba convencida de que me dirías que era una acosadora y te alejarías pero tus ojos se ensancharon con sorpresa.

—Estaba... enfermo —algo en tu voz sonó distinto—. No me sentía bien.

—¿Gripe? Últimamente todos tienen gripe.

La comisura de tu labio tembló.

—Sí, gripe. El frío es cruel en esta temporada del año.

—Sí lo es. Cada vez que salgo siento que mis dedos se van a convertir en paletas de helado.

Eso te robó una carcajada que extendió un calor por todo mi pecho. Tu risa era una de mis cosas favoritas sobre ti. Alta, de esas que te invitan a unirte.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntaste cuando tu respiración se calmó.

—Heather.

—Heather. —Sonreíste—. Me gusta.

—¿Y el tuyo?

—Sam.

—También me gusta.

El profesor llegó, así que no pudimos seguir hablando pero sentí varias veces tu mirada sobre mí.

Memories of SamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora