Recuerdo que Tess me decía que a veces el miedo de olvidar a su gente no la dejaba dormir en la noche.
No decía a quién, pero sabía que se refería a su hijo y a su esposo.
Ese es uno de los pocos miedos que jamás he tenido, porque a veces me sorprende la cantidad de cosas que puedo recordar de Sarah, y a veces esos recuerdos se sintonizan tan alto y tan claros, que me gustaría apaciguarlos, bajar la calidad de las imágenes, la nitidez del sonido, porque si cierro bien los ojos y me concentro, casi puedo fingir que aún está al alcance de mi mano.
Puedo recordar a Meredith con detalle, Sarah sacó su cabello y sus ojos también... Sarah era la viva imagen de Meredith, a veces me costaba trabajo encontrarle rasgos míos.
Aun recuerdo el rostro de Meredith cuando me dijo que estaba embarazada, lo mucho que le temblaban los hombros cuando se puso a llorar y me dijo que no sabía que haríamos, que no sabía qué haría con una bebé y cómo no le dije nada, solo recuerdo estar sobando su espalda en círculos una y otra vez, más para tranquilizarme a mí que a ella, siendo sincero, porque yo jamás me había imaginado con una bebé en los brazos, tenía veintidós años y ni siquiera podía hacerme cargo de mí mismo, vivía con Tommy en un departamento horrible y había meses que con esfuerzos completábamos la renta.
Meredith decidió seguir con el embarazo porque sus padres no la dejarían abortar, y yo no tenía dinero para pagarlo, así que estaba muerto de miedo y ella también, pero seguimos.
Sus padres me detestaban, y creo que Meredith comenzó a hacerlo también con el paso de los meses. Y supongo que ahora lo entiendo, ahora que estoy viejo y sé lo que es tener una hija, sé que detestaría a cualquier hijo de puta que embarazara a mi hija y no tuviera siquiera un cuarto decente que darle. Meredith comenzó a verme con los mismos ojos que sus padres, y con cada día que pasaba del embarazo, ella más añoraba los sueños que tanto tenía, y yo los veía más difusos.
Sarah llegó, y Meredith discutió con sus padres justo antes del parto, así que se fue a vivir conmigo... y no duró más de un año.
Tener relaciones, enamorarme, nunca fue algo que se me diera bien, no como a Tommy, que le encantaban ese tipo de dramas. Tommy se enamoraba, dedicaba canciones, escribía cartas cuando tenía la edad de Ellie y lloraba por las chicas que le rompían el corazón... Tommy me dijo muchas veces que era medio idiota con las mujeres, pero lo cierto es que nunca fue algo que se me diera bien. Me gustaban, supongo que me enamoraba, y después me aburría, así que las dejaba. Todas me condenaban de cínico, pero ninguna de honesto, prefería decirles la verdad a gastar energía en mentir, era bastante tedioso.
Y puede que sí amara a Meredith... pero lo cierto es, que cuando nació Sarah, me di cuenta que no había sentido un amor tan grande por nadie, por algo, hasta que le vi esos verdes ojos gigantes que parecían no caberle en el rostro, aferrándose a mi dedo con una manita diminuta y gritando cuando los doctores la levantaron en brazos por primera vez, gritando tan fuerte que creí que estaba herida.
Jamás se lo dije a Sarah porque le hubiese roto el corazón, pero no lamenté nunca que Meredith se fuera con esa estúpida llamada de despedida y mucho menos el juicio que después vino... Ella nunca tuvo intenciones de quedarse, porque en cuanto nació Sarah, lo único de lo que hablaba era de cómo quería ya no de cambiarle el pañal, como no podía esperar más para dejar de amamantarla, como le urgía regresar a la universidad y poder llevarla a una guardería. Y lo cierto es, que en cuanto Meredith estuvo fuera del departamento, sentí un alivio algo penoso, al fin sentí que las cosas estaban en su lugar, con Meredith lejos, dejando a Sarah ser lo que era, y Sarah conmigo, mi hija conmigo.