Live for me [+18 Hiori Yo x female reader]

Capítulo 2

"Siempre recordaré a la primera persona que trajo el sol cuando mi cielo se oscureció."

Tras lo que pasó con Karasu el día anterior, me sentía extraña de no estar con él en los recreos, ni de ir juntos a clase. Suspiré, me alegraba de no haber descuidado mi amistad con Aeris durante mi noviazgo con el peli negro. Ella era mi única amiga, la mejor, de hecho: era amable, comprensiva, extraordinarimente carismática y estaba ahí siempre que la necesitaba. Esta misma se volteó en su asiento de clases, el cual se encontraba delante mío, para preguntarme la calificación que había sacado en el examen de matemáticas, el cual se encontraba entre mis manos mientras yo lo observaba con horror. No puede ser, he reprobado.

Y, mientras caminaba sola de vuelta a casa, solo podía pensar en una cosa: la reacción de mis padres y el castigo que seguramente me pondrían por reprobar matemáticas con tan pésima nota. Y, en efecto, tras enseñarle a mis padres la nota, ellos me observaron con un profundo disgusto dibujado en el rostro. Me dijeron que tenía que estudiar, y me apuntaron a una academia de matemáticas. Pensaba que iba a ser peor... Aunque, pensándolo bien, no pueden castigarme con nada. Estoy literalmente en una cárcel; sin celular, sin poder salir a la calle y sin prácticamente ningún hobbie posible más a parte de pintar.

Estaba harta. Estaba harta. Nada puede irme peor.

Oh, pero, ¿alguna vez os ha pasado que, cuando pensáis que nada en vuestras vidas puede ir peor, todo empeora? Bueno, pues eso mismo me pasó.

Un par de días después, Aeris me recibió enfrente de la academia. Al acercarme a ella, la peli castaña me miró con ojos llorosos y se disculpó antes de lanzarse a mis brazos y darme y fuerte abrazo.

― Lo siento, TN― Dijo al separarse de mí.

― ¿Qué pasa?― Pregunté confundida y alarmada.

La fémina me comentó entre disculpas que se iba a mudar la semana siguiente a otra región, para ser exactos, Hokkaido. Entonces sí que todo estaba jodido.

Aproveché mi última semana al máximo con mi amiga, saltándome las clases para ir con ella a su casa o a cualquier otro lugar. Y, llegó el día en el que ya no vino más a clase. Ese mismo día, al llegar a casa, mis padres me estaban esperando con el semblante completamente oscurecido, y, al preguntar la razón, ellos me preguntaron de vuelta.

― ¿Por qué has estado faltando a clase estos días?― Interrogó mi padre con la expresión fría.

Tragué duro y comencé a sudar frío.

― H-he estado yéndome con Aeris, e-ella no volverá a clase, se cambió de región ayer en la tarde― Y, sin poder evitarlo, estallé en lágrimas de tristeza.

Pero, pese a mi confesión y a mi reacción, mi padre no dudó en asestarme un buen golpe en el rostro. Estupefacta, me llevé una mano a la mejilla. Él dejó de pegarme cuando yo era una niña pequeña porque no le había dado más motivos para hacerlo. Pero, al parecer, ese no era el caso para esa tarde.