Live for me [+18 Hiori Yo x female reader]

Capítulo 18

"Necesito un momento contigo
a solas
a oscuras
a desnudas
a gritos y
a gemidos."

Me había puesto un hábito y ahora me estaba mirando al espejo con cierto horror. ¡Un hábito! Nunca en la vida me imaginé vistiendo eso, ya que yo no era cristiana ni nada por el estilo.

Mina entró en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en la cara, ella acababa de volver del baño y me estaba metiendo prisa para que fuera con ella a las clases de la tarde. Se acercó a mí de dos zancadas y se situó a mis espaldas, mirando mi reflejo en el espejo por encima de mi hombro.

― Tienes que levantarte más el dobladillo del vestido, TN― Me indicó y llevó sus manos a dicha zona del hábito para hacerlo ella misma, levantándome la falda de forma que se me veían los muslos descaradamente.

― Bueno, tampoco hace falta subirlo tanto, ¿o sí?― Dije con un poquitín de duda.

La contraria solo rió y me dio una palmadita en la espalda.

― Ay, aquí somos todo chicas TN, no vas a enseñar nada que no tengan las demás.

Aún así me bajé un poco la falda por incomodidad y vergüenza. Más adelante, Mina me guió a lo que sería mi nuevo salón de clases. Ella iba a la misma clase que yo, y entró junto a mí para decirme que me sentase en el pupitre que había a un lado del suyo.

― Mina, espera― Llamé su atención con cierta incomodidad y fruncí los labios.

― ¿Qué ocurre?― Preguntó ella ladeando el rostro.

― Esto... la hermana Isis me había dicho que hoy no iría a las clases de la tarde...

La de cabellos rosas abrió más los ojos ante mis palabras para después soltar una risotada.

― ¡No te preocupes por eso! Ahora solo nos toca artes, no es ningún coñazo, lo soportarás, ¿vale?― Me dedicó una sonrisa brillante justo antes de que una joven de unos veinticinco años, entrase al aula, quién resultó ser nuestra profesora de artes.

La hermana Dorothea, como se llamaba la profesora de artes, nos indicó que la siguiéramos al aula de artes, así que todas nos levantamos de nuestros asientos y nos dispusimos a ir a donde ella nos había indicado. Por el camino, Mina me decía los nombres de alguna de nuestras compañeras mientras mi mirada revoloteaba por sus siluetas. Todas estaban cortadas por el mismo patrón: la falda del hábito levantada, el velo cubriéndoles escasamente el cabello y una sonrisa pervertida cruzando sus rostros. Hablaban animadamente entre ellas, soltando risitas y lanzándome alguna que otra miradita seguida de un alegre saludo.

Llegamos al aula de artes, colocamos las sillas frente a caballetes y cada una escogimos el lienzo que íbamos a utilizar para pintar, el cual colocamos en nuestro caballete y nos sentamos.