Adoración

Furtivo - UA

Su jefe perfecto y heterosexual estaba escondiendo algo.

Ikose simplemente sabía que lo era. Nadie podría ser tan malditamente perfecto. Uchiha Itachi era el joven director de una exitosa empresa internacional, se graduó temprano de algunas de las instituciones más prestigiosas del mundo y, además, era un apuesto soltero. El hombre era el paquete completo. Claro, había tenido una buena cantidad de escándalos, pero siempre resultaron falsos. Su reputación se contaba entre las más limpias del mundo de los negocios.

Además, no era como si los de su compañía creyeran que eran ciertos, considerando la actitud sensata del hombre. Itachi se rompería en el núcleo primero, antes de perder el control sobre sí mismo. Demonios, incluso él no se atrevía a cuestionar sus virtudes. En lo que a él respecta, Itachi fue tocado por una luz divina al nacer. Sí, lo habían llamado fanboy varias veces a lo largo de su vida por eso, pero cualquier empleado de Uchiha Corp que afirmara que no lo eran, eran mentirosos sucios. Itachi había guiado a su compañía a través de varias situaciones difíciles con su rostro perpetuamente tranquilo y su tono autoritario. Siempre salieron del lado ganador debido a su liderazgo. Su primo, Shisui, era exactamente igual. Juntos, los dos lograron negociar audazmente y, como dijo un reportero, absolutamente asombroso: Acuerdos comerciales que constantemente aparecieron en los titulares de revistas económicas de renombre.

Todo el mundo estaba interesado en ellos. Si no es por su apariencia o dinero, entonces por su habilidad para negociar.

Aya, sin embargo, había plantado en su cabeza la idea de que Itachi llevaba una doble vida secreta hace quince días, y ahora, Ikose no podía sacarlo. La mujer podría haber sido su mejor amiga desde la infancia, pero podía ser una verdadera amenaza cuando quería serlo. Podía estropear sus pensamientos en menos de un segundo sin siquiera darse cuenta.

Entonces, esa era la razón por la que Ikose se escondía debajo de una mesa en medio de la noche de un viernes, el día en que Itachi solía irse a casa más tarde que los demás. Ikose había intentado quedarse más tiempo que él varias veces a lo largo de los años. En un momento, incluso llegó a las 4 am, e Itachi todavía estaba trabajando. El hombre le lanzó una mirada tan aguda que Ikose gritó y salió corriendo por la puerta antes de que pudiera siquiera pensar en detenerse. Ikose siempre pensó que era porque su jefe necesitaba asegurarse de que todo funcionara sin problemas durante el fin de semana, pero ahora no estaba tan seguro.

«¡Mierda! Me duele el cuello»pensó «Dios, debería haberlo pensado mejor. ¿Por qué incluso escuché a Aya y sus tonterías? ¿Qué pasa si no se va a casa hasta las seis, o peor aún, qué pasa si se queda aquí hasta el lunes? ¡Quizás así es como hace esa cantidad inhumana de trabajo! ¡No puedo tomar eso!»

Afortunadamente se demostró que estaba equivocado cuando, después de un momento, Itachi suspiró.

El sonido fue lo suficientemente repentino como para asustarlo, aunque se tapó la boca con las manos para asegurarse de que no escapara ningún sonido. Fue seguido por el suave sonido de su computadora apagándose. Normalmente, no habría podido escuchar eso porque la puerta de la oficina de Itachi generalmente estaba cerrada. Ni siquiera su secretaria podía entrar sin autorización expresa. Los viernes por la noche, sin embargo, la puerta siempre estaba entreabierta. Eso solo lo hizo sospechar aún más. Itachi definitivamente los estaba escuchando con esos agudos oídos suyos. Pero, ¿Por qué le importaría a él a qué hora se iban?

Ikose esperó un poco más hasta que escuchó a Itachi agarrar sus cosas.

Se escabulló de su escondite y luego salió corriendo como un loco del edificio. Sabía lo suficiente sobre los hábitos de Itachi para saber que hablaría con Shisui antes de irse, luego con algunos guardias sobre cerrar, por lo que tenía mucho tiempo para irse primero. Ikose no quería perderlo por tener que subir las escaleras, mientras él tomaba el ascensor. Ikose no estaba hecho para el silencio, pero esta noche, algún ancestro ninja lejano debe haberle dado su bendición porque no hizo ni pío. Ni siquiera cuando corrió por el pasillo para llegar al ascensor.