Lo recuerdo como si fuera ayer. El comienzo de todo lo que me convirtió en quien soy ahora.
Era una tarde calurosa de verano y yo tenía ocho años. Mi abuela, que siempre había sido una persona muy espiritual, me llevó a dar un paseo por el bosque cerca de su casa. Me explicó que había una energía especial en ese lugar, algo que me ayudaría a conectarme con mi ser interior.
Mientras caminábamos por el bosque, comenzó a llover. Mi abuela me dio su chaqueta y caminamos bajo la lluvia. Me dijo que la lluvia era una bendición y que debíamos agradecer por ello. Estábamos solos en medio de la naturaleza, y yo sentía que algo especial estaba por suceder.
De repente, mi abuela se detuvo y me señaló una pequeña flor blanca que crecía entre las hojas húmedas en el suelo. "Mira esta pequeña flor", me dijo. "Es el comienzo de algo maravilloso".
No podía entender lo que quería decir, pero la miré con curiosidad. Entonces, noté que había algo especial en esa flor. Me acerqué para darle un vistazo más de cerca, pero mi abuela me detuvo.
"No la toques", dijo con una voz suave. "Deja que crezca y se convierta en algo hermoso. Algo que te sorprenderá".
No supe exactamente de qué hablaba mi abuela, pero sentí que algo estaba cambiando en mí. Esa pequeña flor me hizo reflexionar sobre lo efímera que es la vida, sobre cómo todo comienza con algo pequeño y aparentemente insignificante.
Esa tarde marcó el comienzo de mi conexión con la naturaleza y la búsqueda de la espiritualidad. Comencé a leer libros sobre la filosofía oriental y la meditación, y mi abuela se convirtió en mi mentora espiritual.
Ahora soy una persona muy diferente a la que era en aquel entonces. He aprendido a apreciar las pequeñas cosas de la vida y a reconocer la belleza en todas partes. Agradezco cada día el comienzo que me llevó hasta aquí, y revivo en mi memoria aquella tarde lluviosa en el bosque donde mi abuela me mostró el significado de las cosas más simples.