Ella se sentía sola, abandonada. Había perdido a su esposo y sus hijos no la llamaban desde hacía meses. Un día, su gata murió en sus brazos mientras lloraba desconsolada. Se preguntaba si alguien la extrañaría cuando partiera, pero la triste realidad fue que falleció sola en su casa y pasaron días antes de que alguien la encontrara. Su funeral fue triste y solitario, solo asistió el sacerdote y algunos de sus vecinos más cercanos. Parecía que había vivido una vida sin sentido y nadie se dio cuenta de su partida.