Había una casa antigua en el campo, solitaria y en mal estado que nadie se atrevía a visitar. La historia contaba que un pintor famoso había vivido allí y que en una de sus exposiciones un cuadro se había robado. La policía nunca logró encontrarlo, y el pintor se retiró a la casa, a obsesionarse con un nuevo proyecto: una obra maestra que le había obsesionado desde su juventud.
El cuadro consistía en algo grotesco, una imagen en la que se combinaban distintas partes de la anatomía humana para crear una especie de monstruo. El pintor trabajaba en él día y noche, comenzando a notar algo raro en su hogar. En su estudio, sentía una extraña presencia, una fuerza sobrenatural que lo estaba guiando en la creación de su obra. Su obsesión iba creciendo y se volvía cada vez más difícil diferenciar la línea entre la locura y la inspiración.
Cerca de la fecha de la exposición, el pintor descubrió algo que lo dejó perplejo. El cuadro había desaparecido. Nadie sabía qué había pasado con esa obra maestra que tanto se había obsesionado el pintor en crear. Se desató una búsqueda desesperada, pero nadie logró dar con ella. El pintor, al no contar con su obra más valiosa, comenzó a perder la razón. Se encerró en la casa, alimentándose nada más que de sus obsesiones y del alcohol, ya que después de la pérdida de su cuadro no encontraba otro tipo de consuelo.
El tiempo pasó y la casa abandonada por el pintor se convirtió en un lugar de culto para aquellos que buscaban lo sobrenatural. Cuentan que por las noches se escuchan ruidos extraños y que las luces parpadean cuando se acercan. Muchos aventureros se han atrevido a visitar la casa antigua, pero nunca volvieron a ser los mismos después de ver el cuadro que el pintor había creado. Una obra maestra del terror que aparece y desaparece de la casa en función de las voluntades del pintor fallecido hace tantos años.
