EPISODIO 1

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Era un día soleado, sin muchas nubes en el cielo y con la inocente idea de que sería como cualquier otro día de escuela

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Era un día soleado, sin muchas nubes en el cielo y con la inocente idea de que sería como cualquier otro día de escuela. Llegar temprano al salón ya era una costumbre mía, no me molestaba levantarme temprano si eso evitaba que me topara con el equipo de baloncesto.

Los salones estaban vacíos y probablemente los profesores aún esperaban en la sala de maestros. Estaba listo para cruzar la puerta cuando de repente una mano me jaló del cuello de la camisa y me arrastró hasta el bosque detrás de la escuela.

Al llegar lo vi parado junto a un árbol, esa presencia difícil de evitar, Kenzo me miraba fijamente. En una de sus manos tenía un cigarrillo, lo fumaba como todo un adulto. A pesar de que ambos teníamos la misma edad él parecía mucho mayor que yo; su cuerpo musculoso y su altura de un metro noventa y ocho lo hacían muy intimidante; por eso, no era de sorprender que terminara como capitán del equipo de baloncesto. Pero había algo que le apasionaba más que encestar pelotas en un aro; cuando te miraba a los ojos y notaba que su presencia te abrumaba, esa sensación de superioridad lo embriagaba y yo; un chico delgado que apenas llegaba al metro setenta, no podía evitar temblar del miedo con solo estar parado unos centímetros delante de él.

Después de que sus amigos me arrastraran y arrinconaran en una esquina, Kenzo se acercó; estaba molesto, podía ver las venas rojas de sus ojos sobresaliendo; sabía que ese día no podría zafarme tan rápido de él.

- Tírenlo al piso – exclamó Kenzo.

Uno de los chicos golpeó mi pantorrilla para que perdiera el equilibrio; traté de resistirme, pero era en vano; sus cuerpos más grandes que el mío superaban mis fuerzas.

- Vaya pequeño traidor, Noah – dijo Kenzo.

- Tan solo te pedí que me prestaras un poco de dinero, pero nunca imaginé que terminarías en la oficina del profesor hablando mal de nosotros.

Era cierto que había ido a la oficina del profesor, estaba cansado del acoso que recibía casi a diario; así que, en busca de ayuda me acerqué a su oficina tratando de buscar una solución. Al final, fue la peor decisión que había tomado; el profesor minimizó sus ataques y los llamó simples juegos de niños.

- "No creo que sea acoso, los deportistas siempre juegan así. Ya sabes, somos violentos entre hombres, seguro lo malinterpretaste" – dijo el profesor entre risas y minimizando el problema.

Estaba tan furioso, era algo que me afecta física y emocionalmente, pero para él; la persona que se suponía debía protegerme, solo era un juego.

Mientras los amigos de Kenzo me inmovilizaban en el suelo, él seguía caminando en círculos mientras fumaba su cigarrillo.

- No tengo dinero... - dije entre dientes con la ira acumulada en mi interior.

- ¡Por supuesto que no tienes dinero, idiota!

Kenzo se agacho frente a mí y de un jalón tomo una parte de mi cabello para levantar mi cabeza.

- Pero tu querida mami sí que tiene dinero. Lo único que tenías que hacer era sacar unos billetes de su cartera y traerlos a la escuela. Si no fueras tan obstinado lo hubieras pensado.

Jamás podría robar dinero de mi madre sabiendo lo duro que trabaja para conseguirlo, pero era obvio que Kenzo no lo entendería. Levanté la mirada y lo miré fijamente; él odiaba que haga eso, todas sus víctimas solían evitarlo y jamás lo miraban, pero esto era lo único que me atrevía a hacer para dejarle en claro que todavía no podía controlarme completamente.

Kenzo se levantó y tomó un trago más de su cigarrillo.

- Cúbrale la boca, si grita será un problema.

Uno de los chicos cubrió mi boca con su mano mientras yo trataba de liberarme, comencé a entrar en pánico.

- Es una lástima que hayamos tenido que llegar a este punto, hemos sido tan buenos contigo y ¿así nos pagas? – comentó mientras suspiraba.

- ¡Bullies! ¿es así como nos llamaste? – Kenzo se acercó al nivel de mi rostro.

- "Amigos" eso es lo que tenías que haberle dicho al profesor. Eres amigo del capitán del equipo de básquet ¿no deberías sentirte orgulloso?

Kenzo abrió los botones de mi camisa con una mano, se podía ver mi abdomen. Mientras me retorcía en el piso tratando de liberarme, dejó caer la colilla del cigarrillo cerca de mi ombligo. Estaba caliente, tan caliente que podía sentir el olor de mi piel quemándose.

Mientras sus amigos seguían sometiéndome, Kenzo se burlaba de los pequeños gritos que apenas se escapaban de mi boca.

- Deja de hacerte el héroe Noah, no queda bien contigo.

"Un héroe"; tal vez tenía razón, si no me hubiera entrometido en problemas ajenos, Kenzo jamás hubiera volteado a verme, pero ¿eso no me haría un ser aún más patético?

Todo este tiempo traté de no arrepentirme, pero en ese momento; mientras sentía como mi piel ardía, lo pensé una vez y con eso confirmé que siempre fui un perdedor, un debilucho que siempre trato de ser un héroe.

Después de la tortura, el equipo de básquet me dejo tirado en el pasto. Junté todas las fuerzas que tenía y me levanté, caminé hacia el único lugar de esa maldita escuela en donde me sentía seguro. Era un almacén abandonado que estaba en la parte trasera del gimnasio, nadie entraba ahí porque pensaban que estaba embrujado, pero como no creía en esas cosas me la pasaba el rato dentro de ese pequeño cuarto.

Entré al almacén y me senté en el piso lleno de polvo, la luz que pasaba por las ventanas sucias y rotas era lo único que me iluminaba. Acomodé mi cabeza entre mis rodillas y sin pensarlo dos veces las lágrimas comenzaron a salir. Es cierto que no lloré durante el ataque; pude soportarlo, pero era hora de liberar toda esa frustración que tenía dentro. La sensación de desesperanza y el odio a mí mismo por no ser más fuerte se seguía acumulando dentro de mí.

- ¡maldita sea! – grité con furia mientras golpeaba el piso.

- ¡¿por qué no puedo hacer nada para detener esto?! ¡¿por qué soy tan débil?!

Era frustrante tener este cuerpo; un cuerpo pequeño y débil, cada vez que me miraba al espejo repudiaba lo escuálido que era. Si no fuera por este cuerpo probablemente no me hubieran visto como presa fácil desde un principio. Me sentía impotente e incapacitado de hacer algo, no era un héroe y pretender serlo fue un error desde el principio.

- Que ruidoso eres... – dijo una voz a la distancia.

Asustado levanté la mirada; era imposible que alguien más estuviera dentro del almacén, pero de repente un cuerpo se levantó detrás de unas cajas acumuladas, me miró fijamente y sin mucha expresividad en su rostro me dijo:

- ¿No podrías haber elegido otro lugar para gritar tus penas?



CONTINUARÁ...


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El Arte de la GentilezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora