EPISODIO 11

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Los pocos estudiantes que quedaban en la habitación miraban expectantes a la inusual situación. El equipo de básquet; que normalmente acosaba a Noah, se quedó perplejos ante la repentina reacción del chico.

- ¡YA DÉJAME EN PAZ!

Gritó un furioso Noah mientras miraba con recelo a Kenzo. Todos en el salón miraban a Noah con incredulidad, menos Ryu, quién se quedó parado en una esquina observado la escena expectante.

- ¡¿qué acabas de decir...?! - Exclamó Kenzo arrastrando los dientes.

Rápidamente las manos de Kenzo tomaron a Noah por la camisa y lo jalaron hacia él, casi levantado sus pies del suelo.

- ¡¿qué mierda dijiste?! – gritó.

Las manos de Noah estaban temblando, podía sentir su respiración entrecortada por la fuerza con la que lo sujetaban del cuello, pero no planeaba rendirse, estaba harto de esconderse detrás de otros, había tenido suficiente.

Cuando Kenzo estuvo a punto de lanzar un golpe contra la cara de Noah, el grito de la profesora lo tomó por sorpresa, uno de sus amigos le dio unas palmadas en la espalda para advertirle que se detuviera.

- ¡¿qué demonios están haciendo aquí?! ¡regresen a su aula!

Kenzo apretó los puños y tomó un soplido, soltó a Noah del cuello y lo miró con desprecio.

- Te veré en la salida – advirtió.

Noah no apartó la mirada en ningún momento, todavía le temblaban las piernas y le costaba recuperar el aliento, pero estaba satisfecho, por primera vez sintió que había hecho algo por lo que sentirse orgulloso. En la misma esquina Ryu observaba a Noah; quién se había desplomado en su silla como una pluma, este se acercó y se sentó en el otro asiento. Apenas Noah lo vio se enderezo y acomodó su camisa que estaba toda desordenada.

- Lo siento, me senté en tu sitio, ahora me pa-

- Está bien, puedes sentarte ahí – respondió Ryu rápidamente.

Noah lo observo por unos segundos perplejo, pensó que estaría molesto por haber traído problemas a su asiento de nuevo, pero este parecía muy sereno, totalmente opuesto al personaje molesto que le había dicho todas esas palabras insultantes en las escaleras. Ambos se quedaron en silencio hasta que terminó la clase.

Las clases habían terminado y los estudiantes se alistaban para dejar el salón, Ryu regresaba del baño para recoger su mochila y finalmente dejar el colegio; sin embargo, en el camino se encontró con Kenzo quien parecía cabizbajo, apenas vio a Ryu enderezó la cabeza y se puso en guardia. Había recordado lo que el entrenador del había dicho.

- "mantente alejado de ese chico, él no es alguien con quien quieras tener problemas. Además, no podemos dejar que te lesiones antes del partido."

Kenzo miró a Ryu con furia y no podía evitar apretar los puños apenas este caminó por su costado. Las ganas de darle una paliza eran muy fuertes, pero al mismo tiempo las palabras del profesor lo dejaron muy pensativo. ¿Quién demonios era este muchacho? ¿y por qué demonios el profesor parecía tan precavido con él?

Los dos amigos de Kenzo se plantaron en la puerta del salón esperando encontrarse con Noah, pero al mirar alrededor se dieron cuenta que no quedaba ningún estudiante en el aula.

- Parece que ya se fue – dijo uno.

- Ese sabelotodo, nos la va a pagar – respondió el otro.

- Bloquean el camino – exclamó una voz detrás de ellos.

Ambos chicos voltearon rápidamente con el corazón en la boca, reconocían esa voz calmada y rasposa. Ryu los miró de pies a cabeza con sus ojos amarillos e intensos. No tardó mucho tiempo para que ambos muchachos salieran corriendo del lugar sin mirar atrás.

Ryu ingresó al salón con sus manos en los bolsillos y se percató del silencio a su alrededor; no se había dado cuenta del tiempo que había tardado en el baño. Recogió su mochila y cuando estaba a punto de irse vio un pedazo de correa salir de la puerta del armario que estaba en una esquina del salón; era como si se hubiera atorado desde adentro. Mientras más se acercaba se dio cuenta que era la correa de una mochila que ya había visto antes.

. ¿en serio? – suspiró

Se acercó al armario y de una patada hizo temblar la puerta, se pudo escuchar un pequeño quejido desde adentro.

- Ya se fueron. no tienes por qué esconderte.

Una mano se asomó desde adentro del armario y lentamente abrió la puerta. La silueta de Noah aparecía mientras la luz del atardecer penetraba por las ventanas.

- ¡No tenías por qué golpear tan fuerte!– reclamó.



CONTINUARÁ...

CONTINUARÁ

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El Arte de la GentilezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora