II

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Estiré mi cuerpo por encima de la cama, acompañando con un bostezo sin abrir los ojos. Tomé el extremo de la sábana y la estiré para tapar mi cuerpo.

La güerita de anoche.

Sonreí al recordarla. Me giré para poder abrazarla, pero mi brazo sólo tocó el colchón vacío. Entonces abrí los ojos y me percaté que evidentemente ella no se encontraba en la cama. Con la mirada busqué por toda la habitación, pero nada.

Vi que la puerta del baño estaba entrecerrada y en mi creció una pequeña esperanza de que ella estuviera adentro. Toqué dos veces, pero al no obtener respuesta, empujé la puerta. Tampoco estaba ahí. 

— ¿Qué pedo?. — dije sacado de onda. 

Regresé a la cama buscando si había dejado algo, pero no. Parecía como si yo hubiera dormido solo. Busqué mis cosas o más bien mi celular, y cuando lo encontré este estaba descargado. Sólo me quedaba otra opción. Encendí y le hablé por radio a uno de los muchachos que venían conmigo.

Yepe. ¿Me escuchan?.

Diga, patrón. A la orden. — escuché por el radio. 

Por qué dejaron ir a la plebita que venía conmigo anoche, ¿Eh?. No se supone que andan al pendiente, y no sé cuanta mamada. — les dije molesto. 

Pero patrón. Usted nos pidió que no lo molestáramos. Nos dijo que nos fuéramos para la calle, y que si necesitaba algo nos hablaría. 

¿Yo les dije eso?. — pregunté. 

Sí.

Pendejo quedé.

Y luego, ¿Dónde chingados están?. 

Estamos aquí enfrente del hotel.  

— ¿Y no la vieron salir?

No patrón. ¿Quiere que la vayamos a buscar?.

Aguántenme cinco minutos. Ahorita bajo. — dije para luego comenzarme a vestir. 

...

— Bueno, cabrón. Tú qué te traes. — dijo Iván — Ya va el mes completo que te vas a ese antro de jueves a domingo. A quién buscas o andas siguiendo, ¿Eh?. 

— Sólo quiero salir. — le contesté mientras me acomodaba mi saco. 

— De cuándo acá tú. — entrecerró los ojos, viéndome raro.

— Si es cierto. — habló Ovidio — Si eres el que prefiere quedarse a pistear en la casa, que salir a ver culitos. 

— Bueno, estoy probando algo nuevo. Y, además que les valga verga. — los miré mal — Cómo si les anduviera pidiendo permiso o dinero. 

— Nomás decíamos, we. No te esponjes. 

— Seguro no ha cogido. — dijo Iván. 

Aproveché que estaba distraído y le aventé una revista que estaba por ahí.

— ¡Ay, pendejo!. — se quejó. 

— Cállese a la verga... Culón verga. — me reí — Bueno. Ahí los wacho luego.  

— Si no es mucho pedir. Me traes una orden de tacos cuando vengas. — pidió Ovidio. 

— Pa' qué.

— Para desayunar mañana. — rodeé los ojos fastidiado — ¡DE PASTOR!. — escuché que gritó cuando ya estaba afuera.

...

— Ahh, sí... — gemí mientras me imaginaba de nuevo a la güerita.

Cuando cerré los ojos, inmediatamente se me vino a la mente sus ojitos cerrándose de placer. Sus labios abriéndose ligeramente mientras murmuraba algunas maldiciones, o cómo los mordía dejando escapar pequeños gemidos.

Al abrir los ojos me topé con una cabellera rubia haciendo de las suyas, y la verdad estaba haciendo muy buen trabajo, pero que sabía que no era ella.

Terminando le di su respectiva propina. Ella se acercó para darme un beso, pero me alejé.

— ¿Cuándo nos volveremos a ver, guapo?. 

Negué riendo.

— Espero que nunca. — la volteé a ver mientras acomodaba mi pantalón — Pero no te preocupes. Te voy a recomendar. — le guiñé un ojo. 

Sólo rodó los ojos mientras caminaba hacia la puerta.

Me cercioré de estar sólo, entonces me serví un trago mientras seguía pensando en ella.

— Güerita, güerita. Dónde estás...

...

— ¿Nada?. — le pregunté al dueño del antro. 

— Nada, Alf. — contestó — Ni siquiera a ninguna de sus amigas. 

Asentí lento. La verdad otra vez me iba con la sensación de derrota.

— Gracias por el paro, Ferny. — estreché su mano, chocándolas.

— Te lo digo de compas, Alf. Pero tal vez ya deberías de parar de buscarla. Ya llevas un año con lo mismo. — sentí que puso su mano en mi hombro, y le dio un leve apretón — Capaz y la morra no sea de aquí. 

— Si no la he podido encontrar, es lo más seguro. — dije mirando el piso. 

— Pero de verdad no te acuerdas de su nombre. — preguntó curioso. 

— La estábamos pasando tan bien que nunca se lo pregunté... Por pendejo. — solté una risa amarga — Y de hecho yo tampoco le dije el mío. 

— Chale, compa. A veces las cosas pasan.

— Tal vez no estaba destinado para ser. 

— Ánimo, Alf. Viejas hay un chingo. 

Pero ninguna es ella. Pensé.

— Supongo que sí. De nuevo gracias, Ferny. — erguí mi postura y ahora sí me despedí de él. 

— No es nada. Y no te preocupes. Cualquier cosa, yo te echo un grito. 

Asentí sonriendo y salí del antro. 

Antes de ponerme en marcha, observé el amanecer. No sólo Ferny tenía razón, mis carnales también. Ya era pasadito del año, y yo seguía con la misma rutina, buscando a la plebita. Realmente no sé qué tenía o que me hizo, pero la verdad es que me sentía enamorado de ella, y eso que sólo había sido un acostón

Me reí sin gracia.

Alfredo Guzmán se enculó por una cogida.

¡Ups! - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora