Capítulo 40

3 2 0
                                    

Esmerée estaba frente a ella en su trono, mirándola fijamente, pero Melione solo se concentraba en las serpientes poderosas talladas en el mármol del trono que subían hasta encontrarse y formar una posición defensiva. Definitivamente la falta de sueño y alimento comenzaba a afectarle.

— Espero que hayas aprendido tu lección por haber maldecido a mí pueblo en plena plaza.

No los había maldecido, pero no quería que Esmerée lo supiera, aunque con eso se ganaría que por fin le dieran algo de comer y que no la golpearan cada vez que siquiera se quejaba un poco del dolor que sentía en todo el cuerpo. Solo le daban más razones para que se quejara y que los guardias pudieran seguir golpeándola a su antojo.

— La palabra <<lección>> tiene muchas maneras de interpretarse.

— ¿estás tratando de pasarte de lista conmigo? —Esmerée se veía más enojada de lo habitual ese día.

— Solo estaba dando un pequeño dato.

— Más te vale no ser tan idiota si quieres ganarte tu comida.

— Comer o no comer, da lo mismo. De todas maneras, me necesitas viva.

— Te equivocas —dijo ella inclinándose hacia Melione—. Puedo matarte cuando se me dé la gana así te doy una lección a ti y a tu pueblo, y de paso enseñarle a mí hermano lo que puede pasarle por irse del lado incorrecto.

Blagden. Melione no había pensado en el en días, principalmente porque su mente tenía mínima actividad gracias a la falta de muchas cosas, pero escuchar su mención en mismo momento era como despertar de algún sueño muy profundo.

— A Blagden no lo toques.

— ¿te afecta lo que pueda pasarle a mí hermanito? —ella rio—. Ya veo porque lo defiendes tanto, te estabas acostando con él.

— Eso no es de tu incumbencia. Solo te lo advierto, Esmerée, no te atrevas a tocarlo.

Ella miró a Sullen, quien estaba a su lado, ambos esbozaron una pequeña sonrisa y Melione podría jurar que en los ojos de Esmerée veía el brillo de una idea retorcida y con la que la princesa estaba segura de que saldría lastimada.

— ¿sabes? Las únicas razones por las que te trajimos aquí no son solo divertirnos contigo, también queríamos que nos brindaras un poco de información sobre el mundo de la magia. Así que te propongo algo: tú me proporcionas eso y yo no le toco ni un cabello a Blagden.

— ¿Qué? ¿Qué clase de trato es ese?

— Tómalo o déjalo.

Amaba a Blagden de una manera tan profunda que, siendo ciega a todo lo que podía pasar si brindaba esa información, lo escogería a él, pero él le había dicho varias veces que primero debía preocuparse por su pueblo y por ella, y luego estaba todo lo demás. Fuera cual fuera el amor que sintiera por otras personas, y pensaba seguir ese consejo al pie de la letra.

— Me estas pidiendo que escoja entre una persona y todo mí mundo, creo que la elección es obvia. No voy a sacrificar los lugares en donde crecí por tu hermano.

— Como quieras. Acacia —llamó a la harpía a la izquierda del estrado—, quiero que vayas a Acralia y le comuniques a mí hermano de una forma —buscó la palabra adecuada mientras se tocaba el cabello de manera casi coqueta— especial, la decisión que tomó su —miró a Melione de la cabeza a los pies— amante, eso creo. Ahora mismo.

— Como usted desee —respondió Acacia.

¿Qué estaba pasando? ¿de verdad Esmerée le haría daño a su propio hermano y daría la orden justo ahí? ¿Qué tan mal de la cabeza tenía que estar para hacer eso? De verdad que era una mujer sin piedad.

La Promesa del Destino *[EN PROCESO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora