Capítulo 46

1 1 0
                                    

Vio como uno de los guardias de Esmerée golpeó a Melione en la cara y tuvo que hacer su mayor esfuerzo para que sus sombras no se movilizaran hasta él y le arrancaran el corazón de un tirón.

Ella se veía tan débil y estaba tan herida que no sabía si sobrevivirá un día más a estar en ese mundo. Pudo ver que se vendó ella misma gran parte de la pierna y del brazo, en su pierna se podían ver tres grandes arañazos profundos al igual que en su abdomen, aunque eran más bien superficiales. Sea lo que fuera que le estuvieran haciendo en el castillo, terminaría por matarla, tenía que sacarla de ahí lo más rápido posible.

Ella miró al hombre con furia y estaba seguro de que, si tuviera fuerzas, le habría gruñido de esa manera animal que le había oído ya varias veces y que él había aprendido. Dejó caer un poco su cabeza y pasó la mirada por cada uno de los rostros de las personas presentes..., hasta que llegó al suyo y sintió como todo lo que conocía se venía abajo. El dolor que percibió en su mirada fue algo que jamás podría olvidar, le transmitió sentimientos desde la tristeza y la culpa hasta el dolor y la furia. Las lágrimas amenazaban con continuar corriendo por sus mejillas, pero no podía despegar la mirada de su cuerpo mucho más delgado por la mala alimentación y lleno de moretones, sangre y heridas.

Ella cerró los ojos un momento y Blagden aprovechó la oportunidad para irse, no podía seguir viéndole. No así. Se metió en un callejón oscuro a una distancia considerable de la plaza respirando con dificultad y se obligó a dejar de llorar.

— Tienes que calmarte —se gruñó a sí mismo.

Tenía que conservar los estribos, tomar el control. Su magia no podía salir a la luz en ese punto, pero la imagen de Melione se le quedaría en la cabeza para siempre.

Agitó la cabeza como si así pudiera aclararse y caminó por el callejón a la expectativa de escuchar algo o encontrar a alguien que pudiera darle información. Se encontró a dos hombres que parecían bastante borrachos, aunque no era confiable creer en la palabra de un par de alcohólicos, tenía la ventaja de que, si lo reconocían, se lo atribuirían a los efectos del alcohol.

— Disculpen señores —dijo cambiando un poco el tono de su voz y quedándose en la seguridad de la capucha.

— Hola —saludó uno de ellos con la voz adormecida

— ¿a quién estaban abucheando en la plaza?

— No es de por aquí, ¿verdad? —pronuncio el otro.

— No, soy del sur. Vengo a visitar a mí hermana.

— Si lo creí, tienes un cierto acento. Toma —le extendió la botella de líquido amarillento de la que estaban bebiendo, le dio un sorbo solo por cortesía.

— Entonces ¿Quién era?

— Es una estúpida bruja —dijo el primero con una sonrisa extraña—. La capturaron hace un par de meses y ahora están haciendo ese tipo de cosas con ella, la han llevado a varias ciudades para que todo el mundo vea lo despreciables que son.

— Ah sí, las brujas son una peste que hay que erradicar —mintió lo mejor posible.

— Te entendemos, son horribles y esa hija de perra —señalo el final del callejón refiriéndose a Melione— nos maldijo hace solo unas semanas, ya teníamos suficientes problemas como para que ella nos destinara a más.

— No me sorprendería que hubiera una ejecución publica en poco tiempo —dijo el otro bebiendo de la botella.

— ¿Qué le hace la reina en el castillo? —se tomó el lujo de preguntar directamente.

Ambos hombres se tomaron el trabajo de mirarlo detenidamente por un par de segundos.

— No lo sabemos, hay algunos rumores de que le da latigazos todos los días, pero el más confiable es que la está utilizando como experimento. La reina misma lo confirmo.

La Promesa del Destino *[EN PROCESO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora