Capítulo 47

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Afuera nevaba aun. Los pequeños copos entraban por la ventana, pasaban delicadamente entre los barrotes, la princesa los seguía con igual delicadeza. Seguía muy débil por todo lo que había pasado tanto en esa semana como en semanas anteriores.

No había dejado de pensar ni un solo segundo en la cara de Blagden con esa ira y esa tristeza marcada en sus facciones y en su mirada. Había sido solo un espejismo, una broma que su mente le jugó, pero se vio tan real que tenía la esperanza de que si lo había sido. Que le comunicaría a su familia que seguía viva y luchando, tratando de hallar la manera de salir de ahí.

El anillo que llevaba al dedo pulgar le pesó en ese instante.

El sol comenzaba a salir detrás de las inmensas montañas y, detrás de ellas, el mar. Le había prometido a Elysian que verían los barcos zarpar en la costa cuando volviera de su viaje, ya no estaba segura de sí, para cuando el volviera, habría salido de ahí o siquiera estaría con vida.

Escuchó los pasos de alguien caminando por el pasillo de piedra que llevaba a su celda ¿por quién irían? ¿por ella o por Iclyn que seguía dormida en el cumulo de paja en una esquina de su celda? La duda se resolvió en cuanto vio a Sullen con esa sonrisa llena de maldad tan propia de él, abrió la puerta de la celda y se dirigió a ella, reteniéndola mientras le ponía las cadenas. Está vez solo a las manos.

— Un cambio —dijo adormilada por la debilitación.

— Cállate —le espetó él.

No tenía fuerzas para discutir en ese momento, así que solo se puso en pie antes de que Sullen la obligara a hacerlo y dejó que la agarrara del brazo y la guiara fuera de las mazmorras. La llevó por un camino diferente, eso ya había pasado una vez y las heridas que tenia del abdomen para abajo no habían sido un recuerdo demasiado lindo, Esmerée había aplazado su <<juego>> con sus <<mascotas>> tal vez había llegado la hora de que se diera a cabo.

Cuando Sullen abrió la puerta trasera del castillo, el viento helado le dio en la cara a Melione y su cuerpo comenzó a temblar por el frio, la obligó a caminar hacia el lado derecho del gran campo lleno de nieve, en donde se encontraban todas las personas del consejo. Esmerée y sus criaturas retenidas por algunas harpías. Sus pies descalzos dieron contra la nieve helada y sintió como se debilito aún más, a ese paso iba a terminar muerta.

— Buenos días —la recibió Esmerée con la misma sonrisa de su hermano menor.

— Buenos para ti —respondió ella.

— Como sea, hoy también tendrás el honor de ser el juego de mis pequeños —dijo haciendo un ademan hacia las nuevas criaturas.

— ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Qué clase de tortura estúpidamente cruel vas a darme? —no sabía de donde había sacado fuerzas para que su boca pronunciara esas palabras.

— Si te sirve de consuelo, es mucho más simple que lo que hiciste hace un par de días, pero algo parecido —dijo con una risita—. Tendrás que salir viva del bosque —miró la masa de árboles que se extendía mucho más allá de lo que sus ojos alcanzaban a ver.

— Dame detalles.

— Iras con las esposas puestas, te llevaran hasta un lugar y tu tendrás que volver con vida. Tendrás un par de horas para hacerlo, si no lo logras, mueres. Y no te atrevas a intentar escapar, ellas te traerán devuelta aquí si te alejas demasiado y te cortare la cabeza.

No dijo nada más, la verdad no tenía ganas de hablar demasiado esa mañana. Solo miró a Esmerée a los ojos por unos largos minutos y luego Sullen se acercó a la princesa, tocó con un dedo el centro de las esposas y luego todo desapareció. El mundo se torció, dobló e inmaterializo a su alrededor. Ya no sabía si lo que veía era real o no, sintió náuseas y luego, de nuevo, hierba húmeda bajo sus pies. El trance de esos pequeños segundos había concluido. No sabía que había pasado ni como había llegado tan rápido hasta el corazón del bosque, pero tendría tiempo luego para descubrirlo, por ahora tenía que volver hasta el castillo si quería sobrevivir.

La Promesa del Destino *[EN PROCESO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora