Capítulo 4

13 5 0
                                    

— Cuéntame más sobre tu mundo —le dijo Melione a Blagden.

La princesa había estado pasando mucho más tiempo en las mazmorras, ya que sus deberes en la corte se habían minimizado significativamente. Desde que la reina había presentado al consejo la sugerencia de Melione hacía una semana y, luego de que el general Caelum hubiera explotado, todos en la corte habían estado más callados y obedientes que de costumbre, cada quien estaba metido en sus cosas y no se involucraba con los demás. La vida casi había dejado el Castillo del sol.

— ¿Qué quieres saber? —preguntó Blagden, estaba recostado perezosamente sobre una pared mientras acariciaba el pelaje blanco de Fib.

— Pues —contestó ella mientras acariciaba el pelaje mezclado de Hal—, una vez hace mucho tiempo fui al centro de la capital por curiosidad y vi un gran edificio al que mucha gente entraba con ropa elegante, casi como si fueran a una coronación o algo así, pero cuando mire adentro no parecía ningún castillo. ¿Qué era?

— Creo que te refieres al teatro de ópera.

— ¿el que? —preguntó Melione confundida.

— Es un lugar en el que gente de mejor posición social va a ver personas con increíbles voces cantar. Es un evento algo... —busco la palabra correcta— banal o trivial, pero a pesar de eso, en lo personal, creo que es hermoso.

— Nunca había oído de eso.

— ¿de verdad? —preguntó Blagden frunciendo el ceño—. Eso es lo que utilizan las personas de la alta alcurnia para entretenerse, ¿Qué hacen ustedes?

— En realidad, aquí no hay ese tipo de personas. Somos todos iguales, la familia real está en este castillo y tiene poder porque nuestro pueblo nos lo otorgo, confían en nosotros, pero al final del día todos vamos a los mismos lugares. El restaurante de bonita fachada en el centro, la taberna cerca de las colinas, el campo llano cerca de las fronteras con los ángeles, la casa de algún amigo, la librería cerca al centro de arte.

— Bueno, si el consejo aprueba la propuesta de que me quede aquí, tal vez puedas mostrarme todos esos lugares.

Blagden volteo a mirarla y Melione, por uno momento, pudo jurar que veía un brillo infantil en sus ojos antes de que él volviera su mirada a Fib.

— Tal vez pueda hacerlo, quiero que veas mí mundo —dijo, recordando su vuelo de hacía algunas noches—. Me dijiste que te gustaba la poesía ¿verdad?

— Si.

— Bien, pues toma.

Con un movimiento de su mano, hizo aparecer el libro de poesía que había comprado en el mercado hacía una semana y lo paso por entre los barrotes para que Blagden lo agarrara, el con delicadeza tomó el libro con una mano y lo observó para leer el título que marcaba en la portada de cuero.

— Los demonios del corazón —leyó el—. Suena interesante.

— Lo compre hace unos días en el mercado, lo termine así que pensé que tal vez podría traértelo para que te entretuvieras.

— Pues gracias por pensar en mí. Me gustaría ofrecerte algo también, pero no creo que esté en condiciones de eso —bromeo él y ocasiono que Melione riera.

— No tienes que ofrecerme nada. Es lo menos que puedo hacer, después de todo estas encerrado aquí abajo sin compañía y tendrás que entretenerte con algo más cuando yo no esté.

— ¿a qué te refieres? —preguntó Blagden.

— Tengo un viaje a los campos de entrenamiento mañana, debo supervisar que todo este marchando bien. La reina tiene que darme algo que hacer, ya que me canse de lucir bonita y saludar a los visitantes de otras cortes.

La Promesa del Destino *[EN PROCESO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora