III

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M A N C H A S
F U G A C E S

No sabía como sentirse al respecto, ¿debía tener miedo?

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No sabía como sentirse al respecto, ¿debía tener miedo?

El cuervo parecía decidido a conocerle más a fondo, y o sabía si eso era bueno o malo, después de todo nunca había experimentado algo así. 

Estaba tan centrado en sus pensamientos, que no se percató cuando Nia dejó de vendarle con tal de poder descubrir qué le pasaba.

—Oye Fargancito —susurró la sirena con voz dulce y calmada, el muchacho volteó a verla confundido —. ¿Estás bien?

Por alguna razón, tal vez todas las vueltas que le estaba dando al tema, la pregunta le molestó. Probablemente si no tuviera la máscara la chica se hubiera asustado por la mirada que le estaba dando. Pero como la tenía, ella simplemente notaba extraño el silencio que se hacía en la habitación. Porque Fargan siempre era ruidoso.

—Sí, solo estaba pensando —hizo un gesto con la mano para restarle importancia.

—¿En qué pensabas? —cuestiona volviendo a su tarea de vendarle. El mayor jugó un momento con las heridas en sus manos.

—En perder una batalla de la que no era plenamente consciente —. Lo que decía el chico la sorprendió, porque básicamente le estaba diciendo que había alguien mucho más astuto que él. Y aunque era cierto que Fargan no sabía muchas cosas y que se guiaba por la intuición y en ocasiones por su locura, era un chico muy astuto y tenía un "piquito de oro".

La chica se quedó pensando un momento por la situación por la que podría pasar Fargan y por alguna razón se le ocurrió un nombre. Un chico al que el búho no se había percatado era bastante débil y vulnerable hacia él. No era que fuera o no más astuto, sino que Focus era sin lugar a duda muy sincero y amable, mientras que el otro simplemente se dejaba llevar por su forma de ser.

Recordó las veces que muchos habían ido a la carcel a su causa o simplemente que caían en sus trampas gracias a la astucia del cuervo.

—Ya está —soltó cuando terminó de vendarlo.

Fargan asintió, movió ligeramente las alas y se dedicó a agradecerle y a abrir la puerta. Tras ella, sentado en una de las sillas de espera, se encontraba dicho pelinegro, que parecía descansar en su hombro. A causa de la máscara no se sabía si estaba o no durmiendo, pero la respuesta fue rápida cuando un cabeceo lo hizo despertarse.

Al ver al susodicho mirarle se levantó perezosamente y como si aquello le incentivara a sentirse mejor, Fargan dio algunos saltitos para acercarse a él. Nia le miró con sorpresa y sonrió.

—Nos vamos, Nianiasu —apodó Fargan cargando al cuervo entre sus brazos, quien se removió incómodo pero no hizo nada y terminó por acomodarse contra su pecho. La chica se despidió con la mano mientras observaba al otro marcharse sonriente y a Focus quejarse con voz grave y apenas audible.

Cicatrices [Farcus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora