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P E N S A M I E N T O S
I N T R U S I V O S

Tras aquella noche sus pensamientos no paraban de atormentarle, no podía descansar bien y tampoco se sentía cómodo desayunando

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Tras aquella noche sus pensamientos no paraban de atormentarle, no podía descansar bien y tampoco se sentía cómodo desayunando. Los recuerdos se hacían presente en cualquier momento y todo se volvía muy complicado, incluso la mínima tontería. Llevaba tiempo sin salir de su casa e ignoraba los mensajes por el simple hecho de que tenía su móvil apagado. Pero no se sentía motivado o con ganas.

A veces se preguntaba porqué aquel humano le había dejado con vida y enjaulado, en vez de mantenerlo en base a comida de pájaros con sabor a insectos. Pero, ¿por qué no podía darle algo de carne?

Tuvo que acostumbrarse, el día a día era aburrido y no se sentía con ganas de hacer mucho, además que tampoco tenía fuerza para ello. Aunque un día trajeron una lechuza al lado de su jaula y ella era curiosa.

Recordaba que la había tratado fatal al principio: sus palabras cortantes e hirientes, pero no podía evitarlo porque la angustia, el estrés y el rencor eran mayores que sus ganas para relacionarse.

—Oye —llamó siendo ignorada una vez más —. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

El silencio seguía haciéndose presente en esa conversación de pájaros que el dueño de la casa disfrutaba pues no comprendía aquel idioma.

—¿Puedes dejarme en paz, lechuza insolente? —habló frustrado Fargan una vez harto de que la albina no se callase.

—Anda, pensaba que eras mudo —una sonrisa salió de sus labios al oírle, cosa que solo produjo más angustia. Seguía recostado en el frío metal de la jaula, su cuerpo temblaba ligeramente y sus alas apenas cabían en la jaula.

—Haz cómo que lo soy, en serio no tengo ganas de- —ni siquiera pudo terminar de hablar pues la chica dijo algo que captó su atención:

—Soy Dulce, es un gusto conocerte. Echaba de menos la compañía de algún ave —sonrió la muchacha de cabellos ligeramente avellana mientras veía como el búho se acomodaba cuidadosamente para verla.

—Fargan —se presentó también, había extrañado, aunque no quisiera admitirlo, que alguien le sacara algo de conversación... Ajena a lo que ocurría.

Tras aquel día donde el chico empezó a aceptar la compañía de la chica comenzaron a hablar más. Recordaba también el día donde salieron de allí... Y cuando la mataron en un intento de encontrarlos. Respiró hondo tratando de evitar que las lágrimas salieran, pero otro recuerdo llegó a su mente.

Los ojos tímidos y oscuros de aquella muchacha, su cuerpo no solo estaba lleno de heridas, sino que también era lo suficientemente pequeña como para preguntarte cómo era posible que la menor estuviera sola en aquel lugar.

—Soy Yuni —susurró suavemente pues él también estaba a la defensiva, después de todo era una humana a pesar de ser tan pequeña.

Ella le sonrió y mimó sus alas al acercarse a él, cuidadosamente y con tanta tranquilidad que él no se había percatado de su cercanía.

Pasaron tanto tiempo juntos que ambos se contaron en confianza lo que habían sufrido, la chica no había pasado tanto como él pero aquel día se enfadó tanto como para abandonarla y causar una venganza. Y es que el odio que tenía en su cuerpo no era normal, además él también era un adolescente en ese momento así que sus acciones estaban guiadas por una ira incontrolable.

Tras todo el caos que había causado en aquel pueblo de humanos, todas las casas arrasadas y el lugar explotado. La sangre que había en cualquier lugar... Respiró profundo calmándose y de inmediato arrepintiéndose. Había dejado a la chica de 15 años solitaria después de que ella le confiara el porqué tuvo que abandonar su hogar... Aquella tontería le había parecido tan insolente que se dejó guiar por sus instintos para empezar su vuelo hacia aquel poblado y tras tres días ahora estaba caminando donde había dejado a la chica, pero.... ¿Con qué derecho tenía ahora el acercarse a ella?

—Yuni... Debo dejarte aquí, yo... No puedo protegerte siempre y tampoco podemos seguir juntos en esto —. Aquellas palabras dolían en su garganta y quemaban su pecho, aquella chica que le llamaba tanto la atención y que le había gustado de alguna forma debido a que le relajaba ahora le miraba dolida por sus palabras.

—¿E-Es por lo que te conté? No podríamos simplemente... ¿Olvidarlo? —el dolor que se plasmaba en su voz mientras pedía eso era demasiado para él y huyó... Huyó como tantas veces había hecho ya en su corto periodo de vida.

Al recordarla mientras lloraba el búho tuvo la necesidad de ir a visitarla, necesitaba a alguien... No se había dado cuenta hasta ahora de lo mal que lo pasaba cuando estaba solo, ni de las horribles decisiones que tomaba debido a sus emociones... Por una vez en su vida acudiría a alguien y todo para dejar de dañar a quien más quería.

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La muchacha le había recibido con cariño y calma, aunque era bastante desastrosa y llena de vida para momentos así era incluso más madura que él. Comenzó a llorar en sus brazos, era incapaz de soportar todo el peso que cargaba.

—No sé qué hacer, no quiero seguir dañando a mis seres queridos —. Aquellas palabras del búho hicieron que le viera con una mueca de tristeza.

—Entonces explícale todo a Focus, no puedes simplemente alejarte de los demás sin darles explicaciones —. Ella era, desde luego, la que había soportado en su propia piel aquella horrible manía que tenía el búho —. Deja de huir de aquello que te duele, explícale la verdad a Focus y verás que te comprenderá. Debes dejar de atrasar el proceso.

Fargan sabía que ella decía la verdad, a pesar de que le doliera debía enfrentar la realidad, debía atreverse a seguir adelante después de todo lo que había vivido y tener aquello como algo que ya había pasado y que no volvería a ocurrir, algo que le haría volverse mejor simplemente con aceptar lo que había pasado.

Asintió y se levantó dispuesto a hacerle frente a la realidad hasta...

—¿A donde crees que vas con esas pintas? Dúchate, puerco —se burló de su aspecto mientras le arrastraba hacia el baño —No te ralles por lo que te pongas, será de tu gusto ya verás.

[...] Había salido de casa de la minera apenas había terminado de vestirse, incluso ella le había dado algo para que comiera. Sin duda siempre estaría en deuda con ella, en especial ahora que iba directamente hacia la casa del cuervo. Ya no había vuelta atrás.

 Ya no había vuelta atrás

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Cicatrices [Farcus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora