Querido panfleto de Les Amis al que por primera vez va a tener un buen uso:

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Llevo días con un vacío dentro que ni el alcohol puede llenarlo o hacerme olvidar por un momento de mi situación.


Podría maldecir el día en que conocí a aquel dios reencarnado en un líder de una revolución que resultará fallida, pero quiera o no, no puedo hacerlo por el hecho de que desde aquel acontecimiento, mi vida tiene un poco más de sentido a pesar del dolor y de los quebraderos de cabeza que tengo por tan sólo pensarle.


He intentado comportarme mejor delante de él, pero me evita por todos los medios. Incluso intento convencerme que sus descabelladas ideas no serán fallidas y que triunfarán en su lucha a la libertad. Pero... ¿A quién pretendo engañar? Él siempre me verá como un borracho y un cínico que se esconde de sus problemas a través de un líquido que te hace olvidar un poco las penas e incluso te anima a cometer y decir locuras sin pensarlas. Recuerdo que en uno de estos días de atrás en el Musain, intenté acercarme para conversar pacíficamente.


Me acerqué a él sin haber bebido aún ni una gota de alcohol para causar una buena impresión y que al menos me diera la oportunidad de demostrarle que soy una persona normal y corriente como todos los demás. Se encontraba solo en una de las mesas que dan al balcón del piso de arriba. En la mesa se podía apreciar que estaba una vez más planeando una nueva estrategia para sus descabellados planes. No necesitaba bebida ni comida para pensarlos, sólo se bastaba de un mapa, unas cuantas hojas, un tintero, una pluma y otras pocas cosas más. Su mirada se posaba sobre uno de los papeles, donde escribía con delicadeza lo que pasaba por su mente. Al llegar frente a su mesa, me quedé quieto esperando a que levantase la mirada al menos. Esperaba en vano, no despegó la mirada de su papel, así que carraspeé.


—     ¿No hay otro sitio donde puedas sentarte para beber? ¿Tiene que ser aquí?


Se dispuso a hablar con un tono firme, sin dejar ni un momento de mirar el papel.


—     ¿Te molesta mi presencia?


Contesté con el mismo tono que él aunque por dentro me muriese de miedo por la reacción que podría tener respecto a mi respuesta. Automáticamente, levantó la mirada con el ceño fruncido.


—     Si te soy sincero, no me agrada. Ya me has desconcentrado y estoy perdiendo un tiempo muy preciado para...

—     Para planificar sobre el futuro de Francia y su libertad.


No dejé que terminase la frase, ya me encargué yo de hacerlo para que viera que venía en son de paz y que en ningún momento mencioné "fallido", "imposible" y un gran largo etcétera de palabras con significado negativo al que podría afectar a aquella frase. Él, en cambio, contestó de un tono un poco borde y cruzándose de brazos a la vez que apoyaba el respaldo sobre la silla.


—     ¿Has venido a reírte de mis propósitos? ¿Me estoy riendo de los tuyos, acaso?

—     No lo he dicho a mal, Enjolras.

—     ¿Tus propósitos cuáles son, eh? ¿Acostarte con todas las jóvenes que te encuentras e intentar morirte de la mano de una botella? ¿Esos son tus propósitos dignos de respetar?

—     Te estoy diciendo que no lo he dicho a mal.

—     Grantaire, que ya nos conocemos. No suenas convincente estando o no borracho.


Sonrió irónicamente al decir eso y se quedó mirándome. Yo, dolido por sus palabras, bajé la mirada hacia la mesa y musité, débil.


—     Créeme que si me conocieses, entenderías a la perfección el por qué estoy aquí...

—     ¿Y por qué estás aquí entonces si no es para beber o llevarme la contraria?


Levanté la mirada y entreabrí la boca para decirle lo que mi corazón gritaba desde dentro, pero sólo conseguía balbucear, por lo que a él se le empezaba a notar nervioso.


—     ¿Querías algo o qué? Tengo cosas mejores que hacer.

—     Yo... Pues... Te qu... Te quería decir que venía a hablar contigo, nada más...

—     Creo que eso es imposible de hacer si eres tú el emisor y receptor.

—     ¿Por qué yo?

—     Vamos a ver, Grantaire. Siempre que intento hablar contigo acabamos discutiendo por lo mismo de siempre. ¿Coincidencias? No lo creo.

—     La gente necesita discutir de vez en cuando.

—     Pero no siempre.

—     Y tampoco saltarle a la gente con las mismas cosas dañantes.

—     ¿Acaso te daña la verdad?

—     ¿Y a ti?

—     No me daña, la afronto.

—     Eso no es lo que demuestras. Si no es la verdad que quieres oír, te ofuscas y saltas a la defensiva.

—     Eso no es verdad.

—     ¿Lo ves?

—     ¡Grantaire!

—     ¿Qué? Ante tus ojos está la verdad y no la quieres aceptar. Por eso ahora mismo estás a la defensiva.

—     Intentas ser racional pero no lo eres. No tienes razón.

—     ¿Entonces cuál es la verdad?

—     Pues que si no es cierto, intento hacer ver cómo son las cosas.

—     ¿Y cómo son las cosas ahora mismo, entonces?

—     Que has venido a beber para ocultarte una vez más de tus problemas por no hacerles cara.

—     Te equivocas.

—     ¿Ahora quién está a la defensiva?

—     ¡Tú sigues siendo el que está a la defensiva!

—     Tu forma de contestar no lo demuestra. Te noto un poco alterado.

—     ¡Porque me estás poniendo de los nervios!

—     Vaya, ya tenemos algo recíproco.

—     Mira, déjalo. Ha sido un error venir pacíficamente con buenas intenciones.

—     Sí, ha sido un error. Buenas tardes, Grantaire.


Y así, sin decir nada, dirigió la mirada nuevamente a sus papeles y yo me levanté dolido, como era de esperar. Antes de bajar las escaleras, volteé nuevamente para mirar por última vez a aquel rubio y, después, dirigí la mirada hacia el suelo, suspirante, donde comenzaba a bajar las escaleras con pausa y tristeza. Una vez abajo, fui a la barra y compré solamente una botella, donde la bebería en mi casa frente a un nuevo lienzo donde sacaría de mí toda la impotencia, dolor y rabia que sentía en esos instantes. Una vez más, intenté afrontar mis problemas sin ayuda del alcohol y caí como persona débil que soy.


Como persona que no es capaz de afrontar las cosas sin la ayuda del alcohol.

Enjoltaire - Diario de un cínico y borrachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora