Querido yo tras una noche borrada por el alcohol.

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¿Cómo podría explicar el contacto con los labios de mármol de aquel ser tan perfecto para mí? Las palabras se irían derrochando conforme las soltase y aun así no harían justicia a lo que ese beso significó. Sólo puedo añadir que aunque fuera breve... Con tal de repetirlo cada día y a cada minuto sería capaz de dejar de lado todo este alcoholismo tan habitual en mí. Pero hay una cosa demasiado clara en esta turbia vida, y es que una unión como la que recién obtuve vale un millón de veces más que cada botella de la faz de la tierra.

Estaba completamente aturdido cuando me encontré atrapando los labios de mi amado Apollo, no sé exactamente si la rabia fue lo que me impulsó a hacerlo, o incluso los efectos que el vino causaba en mí cuando más de un recipiente relleno de ese manjar digno de Dioniso acababa vacío. Sólo puedo testificar que sentí la gloria en ese segundo, toqué con mis manos callosas el propio Olimpo.

Hasta que me caí de él para darme de bruces contra el infierno que resultaba ser mi realidad más allá de los pensamientos. ¿Cómo fue posible ese hecho? Digamos que Don Revoluciones me dio tal guantazo que la madera del suelo de aquel local fue la que me recibió con los brazos abiertos. Estaba claro que Enjolras no reaccionaría bien y que mi estabilidad no era la más apropiada ante las grandes cantidades de alcohol ingeridas. Desperté de la propia confusión como si una de las mujeres encargadas de darme otra botella me hubiera echado un cubo de agua helada para espabilar, sentí ese frío en el cuerpo, pero la ropa no estaba empapada y mi mejilla derecha ardía tras el manotazo.

-¿¡Se puede saber qué haces!? -exclamó con furia el líder de rojo, ese que por un momento me hizo subir a lo más alto que mi vida aspira-. ¡Estás completamente desviado!

Desviado, ¿no...? Amar a alguien de mi mismo sexo es desviarse. Refugiarse en el alcohol para intentar no suicidarte es desviarse. Pero soñar con un imposible como hacía él... No, no era desviarse.

-Enjolras, yo... -musité al tiempo que con las manos iba apoyándome en el suelo para intentar incorporarme. Estaba claro que desde esa baja posición no ganaría nada.

-No, tú nada. Estás borracho, ahora por tu culpa me sabe la boca a esa... A esa... ¡A esa repugnante bebida con la que te envenenas! -su rostro se enrojecía con el paso de los segundos, no se sabía si era por la rabia sentida del momento o vergüenza de soportar el beso de un hombre borracho. Una de las pálidas manos decidió señalarme, notando un ceño más fruncido de lo habitual-. No vuelvas a acercarte a mí. O mejor aún, ni me hables. ¿Qué pretendes con esa estupidez? ¿Quieres que delaten ante los guardias que supuestamente somos dos desviados y tengamos pena de muerte por ello? ¿Es tu forma de irrumpir en mis planes de un nuevo mañana?

Las palabras salían de sus labios de forma rápida y alterada, nunca había visto a aquel rubiales tan furioso, incluso me amedrentó. Quizá si mostraba esa faceta al propio "enemigo", éste se retiraría sin haber bajas en ninguno de los bandos opuestos en la revolución tan inútil que siempre se planeó.

-No es eso, joder. -repliqué nervioso mientras me intentaba levantar como podía, pero el ardor de la mejilla y el propio aturdimiento causado por la bebida me causaban un imposible-. ¿De qué me sirve realizar tal acto? ¿Frenar tu muerte para obtener otra donde yo esté implicado? No me uno ni a tus planes actuales por no morir en vano.

Aunque morir luchando por el derecho de amar a una persona del mismo sexo... Sí lo haría. Creo en el amor, es lo que mueve al mundo.

Mis ojos intentaban buscar entre la confusión los de aquel chico tan enfurecido, pero sólo conseguía divisar la mueca de desagrado ante una situación la mar de incómoda. Había metido la pata hasta el fondo, y lo peor es que era feliz con ello, pues nunca pensé que llegaría a morir sin haber probado los labios de mi líder rojo por pura cobardía... Pero me equivoqué, lo conseguí, fui capaz a pesar de ganarme el completo odio del chico.

-¡Morir en vano sería hacerlo porque me delataran tras ese maldito acercamiento! -gritó una vez más Enjolras, perdiendo la poca educación que ahora mismo le quedaba. Se calló por unos segundos tras ello, sintiendo así ambos el tenso silencio mientras su mirada recriminatoria me apuñalaba mi ser desde la diferencia de altura.

De pronto, una tercera voz irrumpió en el lugar, siendo esta vez Combeferre.

-¿Enjolras? -dijo apareciendo desde la puerta, no muy seguro de entrar. Había escuchado voces y necesitaba saber si podía calmar la tensión.

Finalmente el rubio apartó la mirada sobre mí para dirigirla hacia su compañero, siendo así como destensó el rostro poco a poco.

-Vámonos, Combeferre. Ya he tenido suficiente por hoy, no quiero compartir más segundos el mismo entorno que Grantaire. -comentó al tiempo que giraba sobre sus talones para dirigirse al contrario para salir del lugar.

-¿Ha... Pasado algo? -el pobre Combeferre no entendía nada.

-Sólo tiene sus idioteces de borracho, es mejor no volver a mantener conversación con él, está desviado.

Los pasos se alejaron hasta que finalmente me quedé solo en aquel lugar. Pero esta vez no estaba devastado como solía pasar cada vez que Enjolras me dedicaba unas palabras amargas, sino que me sentía triunfante por superarme por primera vez. No conocía esa valentía en mí, y la palabra "desviado" no causaba ninguna mella en mi ser, sino que hacía que elaborase una sonrisa desde mi posición.

Desviado es, sin duda alguna, arriesgar lo poco que tienes con alguna persona por robarle un beso en un arrebato de amor.

Desviado es, sin duda alguna, preferir el roce y sabor de sus labios antes que el de la boquilla de una botella llena de vino.

Desviado es, sin duda alguna, amar a alguien tan terco y serio como Enjorlas.

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2018 ⏰

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Enjoltaire - Diario de un cínico y borrachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora