Querida tela de la camisa rasgada de ayer

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Que conste que me intenté acercar a Enjolras. Sin ir más lejos, ayer.

Dudé si ir al Corinthe o al Musain, así que me decanté por este último con la esperanza de que no estuviera Enjolras allí. Como él y todos sabemos, soy un cobarde a pesar de todo.

Decidí irme a mi lugar de siempre en aquel establecimiento, pero lo estaba ocupando Combeferre en aquellos instantes mientras se dejaba llegar por una obra literaria. Nunca he perdido los modales a pesar de mi ¿Forma de actuar repentina? Puede ser. Por lo tanto y volviendo al tema, me acerqué a saludar. Él alzó la mirada e inclinó con suavidad la cabeza el verme.

- Buenas tardes, Grantaire. - Dijo con su voz serena-. ¿Todo bien?

- Buenas, Combeferre... - Contesté algo nervioso debido a que a lo mejor aquel hombre sabía algo sobre la discusión anterior con el rubio-.  Sí... Ya sabes, como siempre... ¿Y tú...? ¿Alguna novedad...?

- A decir verdad no. Todo está como siempre, lo cual no sé si me alegra.

- No te he entendido bien, sinceramente.

- La causa, Grantaire. Seguimos parados en busca de una señal para actuar. Necesitamos movernos pero a su vez, hay que pensar las cosas con calma para dar con una buena decisión.

- Yo propuse que os quedáseis quietos. Os jugáis mucho. -Dije sin más, encogiéndome de hombros. Con Enjolras apenas podría haber abierto la boca para decir aquello-. Pensadlo bien.

Por la mirada de Combeferre, sabía que no agradó mi comentario, pero era mi opinión, ejercía mi derecho a libertad aunque fuera de expresión.

- Grantaire. ¿Te has parado a pensar en la gente que hay fuera sufriendo por no tener apenas nada que llevarse a la boca? ¿Que vivan en la calle? ¿Que fallezcan dado a una enfermedad con la que no podían permitirse ni siquiera un médico? Ponte en el lugar de esas personas, ¿Te parece eso justo cuando la gente de alta clase o el mismo gobierno se aprovechan de la situación? He visto a burgueses que pisotean la dignidad de los menos afortunados por un par de monedas o algo de comida. No podemos permitir eso. Y si la vida se nos va en ello, al menos intentamos cambiar la situación a mejor por el bien del pueblo.

El moreno miraba a su amigo en silencio. Ya sabía todo aquello, Enjolras se encargaba de repetirlo varias veces.

- Ni Enjolras ni nadie de Les Amis quiere vivir en un mundo donde la justicia no es para todos igual. Piénsalo. - Respondió con un tono de voz suave pero serio. La verdad es que Combeferre era como una versión de Enjolras pero algo más relajada conmigo.

Se oía barullo de fondo, puesto que quedaba poco para que diera comienzo la reunión acordada ese día. El primero en llegar fue, cómo no, Enjolras portando un par de mapas enrollados bajo el brazo. Frunció suavemente el ceño al verme y se acercó a aquella mesa, puesto que la compartía con Ferre.

- Bonjour, Ferre. - Pasó la mirada desde Combeferre a mí y empleó un tono más severo-. Grantaire.

- Bonjour, Enjolras. - Respondió Ferre si levantar la vista de un libro.

- Enjolras. -Dije con el mismo tono que el rubio. Había tensión en el ambiente, como siempre.

- Te agradecería que fueras a beber a otro lado si no vas a participar en la reunión de hoy, Grantaire. No quiero interrupciones, sandeces de las tuyas y menos aún, algún comentario destructivo hacia la Causa. Esto es muy importante, asi que por una vez te agradecería que no abrieras la boca hoy.

Enjolras ya había impuesto normas sobre aquello. Lo que me faltaba por escuchar...

- Queréis luchar por la libertad, pero no dejas que me exprese libremente. ¿Qué sentido tiene tu causa entonces si mi tú mismo me dejas cumplir una de las cosas que son imprescindibles?

Enjolras ya tensaba la mandíbula y me miraba con repulsión. Había tenido razón, pero no querría dármela.

Continuará.

Enjoltaire - Diario de un cínico y borrachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora