Querido pañuelo para los mocos:

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Era casi imposible decir que mi estado era animado, feliz, vivo. No solía tener ese humor pese a las bromas que soltaba durante las reuniones de Les Amis a la hora de siempre, en el lugar de siempre, los días de siempre. El motivo de aquella dicha no era ni el opio ni el alcohol, sino una persona que a pesar de sus reproches, miradas un tanto despreciables y, por encima de todo, ideales nulos sobre el amor, había conseguido desistir de esto último para poder hacer una pequeña excepción. A pesar del calor que hacía en aquel lugar, me encontraba junto a aquella persona que más de una vez me ha robado un suspiro. Mi motivo de poca felicidad pese a tanto desprecio que recibo... Enjolras.

Quería aprovechar cada segundo a su lado, puesto que el comportamiento de aquel líder de rojo podía cambiar en cualquier momento y era algo único. Nos encontrábamos en silencio, puesto que el contacto físico lo decía todo, no necesitábamos palabras. El rubio se encontraba con la cara apoyada en mi hombro con los ojos cerrados, inspirando mi aroma no muy a su disgusto pese a aquel conjunto de olor entre alcohol y óleos. A decir verdad, esa era mi esencia. Yo me encontraba con una mano enredada en la rubia cabellera del joven, deleitándome en silencio también de su aroma y dejando un suave beso sobre su hombro. Sanaba todos mis males con tan solo una pizca de contacto proveniente de él.

Había vuelto a caer en los brazos de Morfeo para adentrarme una vez más en aquel mundo de fantasía que ni el alcohol me permitía vivir. Había vuelto a ser feliz abrazado a mi única compañera, la botella. Volví a vivir aunque no fuese en la realidad. Al final, acabé despertando maldiciéndome, pues el ambiente era aquella esquina del bar que solía frecuentar inducida en la penumbra de la noche y sin poder percatarme del tacto del mármol del que estaba hecho aquella persona que adoraba, veneraba y amaba. A mi Apollo. 

No miento al decir que agradezco que las camareras no me despertasen para irme a casa, puesto que la fría y gran cama haría notar más la soledad que sentía últimamente y también me habrían interrumpido en aquel... ¿Cómo decirlo? ¿Sueño imposible? A veces todo lo siento tan real que su aroma viene por momentos a mí y a causa de ello, se me forma un nudo en la garganta haciendo que hasta pierda el aliento por segundos, puesto que pienso que lo tengo detrás de mí observándome en silencio en busca de reprocharme cualquier cosa. Sí, lo quiero con toda mi alma, pero no quita que piense que me deteste a cada segundo que pasa en el mismo sitio que yo. Si tan solo me tomase en serio una vez...

El silencio de la noche estaba haciendo que perdiese la cabeza por completo debido a que debía de afrontar la realidad a pesar de haberme acostumbrado al tacto del mármol del que estaba hecho Enjolras. Parece increíble el efecto que tiene sobre mí dado que aunque me encuentre en el lugar más oscuro de este maldito mundo, acaba iluminándolo  como si de un día soleado y sin ninguna nube se tratase cuando aparece. Agradecí que una de las camareras me dejase una botella llena al lado por si me despertaba en mitad de la noche y no pudiese dormir, la verdad es que siempre me tenía en cuenta aquella mujer... No le hice un feo a su gesto y así hice, la descorché y me puse a beber cual desesperado para poder acudir de nuevo a los brazos de Morfeo. Acabé haciéndolo, pero unos tres cuartos de hora más tarde. No recuerdo lo que soñé, pero sé que no fue con él por el hecho de que si hubiera aparecido, me habría acordado hasta en el final de mis días. 

Mi despertar fue brusco, nada más y nada menos por un manotazo en la mesa proveniente de Enjolras con su gesto disconforme, era ya más del mediodía, hora en la que solía ir para repasar sus planos en silencio. Su mirada lo decía todo, sentía repugnancia hacia mi persona.

 Comenzó la conversación con aquel típico tono serio que te hacía empequeñecer y sentirte insignificante a su lado, más de lo que podrías llegar a ser. — Apestas a...—

— Alcohol, nada más y nada menos. Es lo único que me mantiene en pie cuando pierdes la dignidad y no sabes recuperarla.— Comenté medio dormido, interrumpiéndole. Pues como ya sabía, iba a atacar de lleno en mí.

— Muy rápido a pesar de estar recién despierto y con.... Resaca, seguramente.— Frunció el ceño y cogió una de las botellas para observar su contenido. Rodó los ojos al ver que estaba vacía y luego dirigió la mirada hacia mí, donde yo me encontraba con los ojos entrecerrados.— ¿Qué pasa? —

—  Brillas. Y mucho. Me ciegas. — Contesté con aquella sonrisa socarrona que suelo poner cuando intento bromear, pero en él no hizo tanto efecto, solo suspiró, poniendo los ojos en blanco.

—  ¿Cuándo vas a empezar a tomarte la vida en serio y dejar de decir sandeces, Grantaire? 

— ¿Cuándo Apollo empezará a ablandar ese corazón hacia mi persona? 

—  Eres imposible, de verdad. 

— Pero algo me dice que sin mí, tu vida no estaría tan completa.  

Otro manotazo acabó en la mesa y con ello, una mirada bastante intimidatoria saltó en mí, haciendo que el rubio se acercara un poco para que me acobardase y bajase la guardia. Al menos, eso creía.

—  No sé cuántas veces tendré que decirte que quiero que te vayas de aquí si no vas a poner de tu parte. No aguanto tus tonterías, tu humor es infantil, y tú eres...

— ¿Qué soy, Enjolras? ¿Qué soy para ti aparte de un ser despreciable, sin rumbo en su vida y que solo viene a tocar los huevos porque no es nadie en realidad? ¿Qué soy?

— ¡Maldita sea, Grantaire! ¡De todas las cosas que he de plantearme por un buen porvenir, tenías que ser tú quien ocupa mi mente! — Terminó diciendo con un tono frustrado y se aparta, llevándose una mano en la frente. Yo en cambio me quedé alzando ambas cejas, sin entenderle muy bien.

—  ¿Que yo qué?

— Que me desconcentras de mis planes. Que si "vais a caer como moscas", que si tus chistes sin gracia... ¡Incluso la tontería esa de llamarme Apollo! ¿Cuántas veces te he dicho que dejes de llamarme así? ¿A qué juegas, Grantaire? ¿Qué quieres de mí si no es compartir ideales y luchar por la causa? ¿Qué pretendes con todo esto? ¿Llamar mi atención para hacerte el gracioso?

Inspiré profundamente y me levanté sin decir nada, era inútil ponerse a razonar con él y menos con los temas de la revolución. Cogí la botella que aún tenía un poco de vino en su contenido y caminé hacia la puerta, dándome por vencido de nuevo ante su comportamiento.

— ¿Me vas a dejar a medias? ¿Así quieres que entienda tu comportamiento? Cruza esa puerta y entonces sí que no tendrás oportunidad de entablar una conversación conmigo.

Me paré en seco frente la puerta, pero no me giré para verle. Estaba en silencio, debatiéndome en quedarme o darme por vencido del todo e intentar olvidarme de él por completo, cosa que sería imposible. Si me quedaba, mostraría el por qué tengo tanta insistencia con él, pero a causa de ello, me trataría de enfermo y lo perdería. Si me iba, lo perdía igualmente. Respiré profundamente, en busca de la opción correcta. Él en cambio, se quedó mirándome de brazos cruzados y con el ceño fruncido a la espera de mi decisión. 

Enjoltaire - Diario de un cínico y borrachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora