Querido panfleto de un imposible

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Tras esa reunión, me había sentido más vivo que nunca. Había podido gritar a los cuatro vientos que creo en el amor ciegamente sin que me tratasen de loco. ¿Y quién ama más que el propio ciego ante la luz? Enjolras es ese destello que tanto busco en mi vida. Ilumina cada recoveco con tan solo encontrarse en la misma estancia. Es la Estrella Polar de mi vida.

Retomando el tema de la reunión, cuando finalizó, Pontmercy se me acercó con su suave sonrisa como muestra de cuán dichoso se encontraba en aquellos instantes, así que tomó asiento y se dispuso a contarme todo sobre la supuesta chica. No lo voy a negar, le envidiaba, pero me alegraba por él a su vez.

Enjolras seguía allí observando sus mapas en silencio, siempre se quedaba el último en busca de ideas a través de la calma que le transmitía el lugar vacío. Pontmercy tenía que volver a la pensión de mala muerte donde habitaba, así que nos despedimos con un apretón de manos y brindé por él, por su felicidad. Al menos uno había encontrado lo que tanto ansiaba yo, la luz de su vida.

Nos quedamos a solas nuevamente el rubio y yo, pero cada uno con sus cosas. Yo bebía mientras que el otro revisaba sus planos y apuntaba posibles ideas. Todo iba bien, hasta que su voz apareció para bendecir a mis oídos con su tono sereno.

- Así que crees en el amor.

- Como un loco.

- ¿Y lo tienes?

- ¿Tienes tú acaso tu revolución?

- Grantaire... - Su voz soltó un suspiro mientras que pronunció mi nombre con un tono cansado. - No quiero discutir.

Mi cuerpo se estremeció, para qué negarlo.

- No era una táctica de pique, sino una duda curiosa.

Enjolras apartó la vista del plano y la dirigió hacia mí. Yo por supuesto le miraba, pero poco a poco me fui levantando con una botella en mano para acercarme. Él arqueó una ceja sin cambiar aquel gesto serio.

- Digamos que... Tú crees en una causa que está naciendo por vosotros, ¿No? Yo creo... En algo que nació hace tiempo.

- ¿Te estás refiriendo al alcohol?

Reí. Por primera vez, Enjolras me hizo reír. No lo había dicho con intención de sonar gracioso, pero contemplar su faz seria mientras comentó aquello fue unas de las mejores cosas que he podido vivir. A lo mejor me hizo gracia porque el alcohol surgía efecto en mí o porque simplemente, me esperaba un reproche. Y podría llamarme loco a mí mismo, pero me pareció ver una leve sonrisa ladina en su rostro.

- Creo en la luz.

- ¿La luz? -La sonrisa se había borrado y ahora mostraba confusión.- Por el amor de... ¿Cuántas botellas llevas ya?

- No, no... -Volví a reír. Desconcertar a aquel joven se estaba volviendo en mi nuevo pasatiempo favorito.- La luz guía, acompaña. Está ahí cuando crees te has dado por vencido. La luz simplemente... Es un factor que hace que quieras seguir luchando.

- ¿Y por qué luchas, si se puede saber? Que yo sepa, sólo te pones a beber.

Aquello era increíble, no discutíamos y no me miraba con aquel asco que tanta oscuridad me proporcionaba.

- Lucho como tú, por un imposible que por muy difícil sea, quiero alcanzarlo.

- Nunca pensé que alguien fuera tu luz.

Me caló. Consiguió demasiadas pistas y ahora podría descubrir todo. En aquel instante el confuso era yo. ¿Y ahora qué? Era ahora o nunca. Se me pasó por la cabeza decirle "tú eres mi luz", pero era demasiado... ¿Pasteloso? para el momento. Enjolras me miraba en busca de una respuesta y yo se la debía de dar, aunque no encontraba las palabras adecuadas.

Tomé aire y en un movimiento rápido, lo besé.

Enjoltaire - Diario de un cínico y borrachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora