Estaba tan oscuro que cuando Aiden despertó, tuvo que tallar sus ojos varias veces, por si no los había abierto del todo bien. Luego de repetir esta acción un par de veces, se dió cuenta que el problema no eran sus ojos, si no la escasa iluminación del lugar en el que se encontraba.Además de un fuerte dolor de cabeza y músculos adoloridos, sentía una ligera opresión en las muñecas y tobillos. Intentó palpar su cuerpo en aquellas zonas afectadas, y el tintineo del metal me devolvió a la realidad que ignoraba hasta hace pocos momentos.
Recordé la situación en el claro, cuándo él fue atacado por... ¿Maggie?
Era tan poco creíble que lo primero en que pensó, fue que se había equivocado. Después de todo, era imposible que su tutora haga algo como éso.
Pero sus recuerdos, a pesar de ser borrosos, no mentían. Intentó alejar de su cabeza los pensamientos tan intrusivos y dañinos. Quería negarlo todo, pero ningún bien le haría negar la verdad.
Los grilletes que presionaban fuerte sus extremidades, no limitaban completamente su movilidad. Cuando se levantó, el mareo descolocó su norte, tanto que tuvo que tocar la pared de al lado para sostenerse. Ladrillo áspero y cemento filoso. Rápidamente dirigió su mano al bolsillo trasero, dónde siempre tenía la carta de su papá. No había nada.
—Mierda —farfulló, y su voz salió precedida de un tos seca.
Sus ojos se adaptaron a la luz mientras observaba en dirección contraria a las paredes donde acababan sus grilletes. Unos barrotes de metal refulgían tenuemente por una antorcha que probablemente estaba ubicada en el pasillo tras las rejas.
Caminó esperando que los grilletes le impidieran llegar hasta los tubos de metal que me lo privaban de ser libre, y para su sorpresa no fue así.
Había dado seis pasos, y ahora estaba pegando la cabeza a los barrotes de metal. Buscaba el ángulo necesario para ver mejor el pasillo de fuera, la fuente de luz, o incuso una salida posible para él. Como era de esperarse, no pudo ver mucho.
—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —habló para cerciorarse de que no había nadie cerca.
Luego, el rechinido de una puerta, seguido de los pasos de alguien que por el sonido, parecía descender de una escalera.
Instintivamente se alejó tres pasos de los barrotes, y la tenue iluminación del fuego dió un aire tétrico a la sonrisa del recién llegado. La barba rubia que cubría su rostro y unos ojos azules redondos y llamativos fueron su carta de presentación. Su torso estaba cubierto de una armadura plateada y opaca, y en su cintura cargaba una espada larga.
—¿Cómo te sientes chico? Dormiste un largo rato —habló en un tono amigable.
Esperó gritos, amenazas, insultos, hostigamiento, e incluso que entrara alguien a torturarlo buscando información que no conocía, por eso lo descolocó tanto que se refiriera a él como lo haría algún conocido o vecino del pueblo.
—¿Dónde estoy? —habló, en du tono de voz se palpaba la desconfianza.
Él juntó los labios en una raya en señal de negatividad, y luego respondió:
—Esperaba una pregunta más sustanciosa, no algo obvio. Estás en una celda —dijo con un suspiro.
"¿Está jugando conmigo o qué?". Enfureció Aiden, para luego imponerse otro pensamiento, uno más racional: "Necesito información".
—¿A caso responderías si pregunto la razón por la que estoy aquí? —preguntó siguiendo el juego.
—Si no apuestas, no puedes ganar —dijo inflando el pecho, como si hubiera dado con la frase del siglo.
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El Legado De Thedras.
FantasyEn la Academia Mágico-Militar, Aiden Fletcher, sobrino del legendario Mago Angus Fletcher, indaga la extraña enfermedad que llevó a la muerte de su madre. Sin embargo, se ve envuelto en un complot insurgente que busca derrocar el reino, forzándolo a...