XXII-Razones.

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Fue una caminata tortuosa, más que nada debido a la punzante flora y a la cantidad de insectos que los atacaban. Aunque comparado con criaturas que podrían asesinarlos, no estaban del todo mal.

Caminaron por horas hasta llegar a uno de los bordes finales del bosque, la actividad de los Aventureros era mucho mas notoria y movida. Se cruzaron con varios grupos que se internaban al bosque para cazar, e incluso con algunos que volvían de sus labores cargando bolsas de tela tintineantes, cargadas de núcleos.

Aiden se sorprendió cuando Iris accedió a ensuciarse y tapar más su rostro, además de retocar su cabello con cortes irregulares y barro. Ser reconocidos podría traerles beneficios, pero Aiden creía que de ningún modo éstos superarían a las desventajas.

Siguiendo uno de los senderos llegaron a un puesto de ventas custodiado, que Aiden creía podría servirles. Fue un martirio explicar al Aventurero comerciante y a su grupo que había perdido casi toda su ropa y armamentos durante una misión, pero una vez lo hizo, consiguió unos pantalones de tela simple que llegaban a sus rodillas, y un cuchillo de acero (con su funda) mellado en el filo. Aunque llevar el torso al descubierto le seguía avergonzando, al menos lograba parecer más un aventurero que un simple joven perdido en el bosque. Eso sí, la paga por ello le había parecido una estafa monumental.

Si la caminata desgastó a Iris, ésta se mostró reacia a demostrarlo, ya que Aiden la veía caminar sin cambiar el rosotro estoico o expresar disgusto alguno. Sólo percibió un atisbo de satisfacción y relajo en su rostro cuando visualizaron a lo lejos el poblado al que habían estado caminando. Las casas en filas, perfectamente simétricas colocadas en línea recta, todas con el mismo tamaño. Los edificios que se destacaban se ubicaban en el medio del poblado, entre ellos se notaba la estructura blanca del Gremio de Aventureros.

Aiden encomendó a Iris esperar mientras el realizaba el cambio de los núcleos a monedas en el mercado. Tuvo que mentir diciendo ser mandado por otros aventureros, pero de esa manera consiguió el dinero necesario para costearse algo de ropa, habitaciones en una posada, un tinte azul para el cabello que le daría a Iris, y una poción curativa para sus heridas, las cuáles gracias a Urahvé no eran tan graves.

Alquilaron dos habitaciones pequeñas individuales, en una posada que Aiden sólo le encontraba símil a una vieja casa abandonada. El cuchitril de tres por tres por el que pagó, no tenía siquiera acceso a agua potable, y contaba con una mísera y dura cama con una sábana que se sentía mas áspera que si te acostases sobre pasto seco desnudo. El olor a humedad se coló en sus fosas nasales sin tener que inspirar siquiera cuando entró por primera vez, por lo que tuvo que abrir la pequeña ventana de madera que daba a la calle.

Una vez ordenó sus pocas pertenencias y ventiló la habitación, decidió tumbarse en la cama, que chirrió bajo su peso.

Un largo suspiro salió de su cuerpo, y clavó la vista en el mohoso techo de su habitación. Una infinidad de pensamientos y recuerdos recientes llegaron a él. A pesar de haber estado ignorándolos, estos no desaparecían. Sin la excusa de que debía actuar antes que derrumbarse, apenas tenía un poco de paz y calma, sentía su pecho subir y bajar con más rapidez de la que debería, y su garganta contraerse en un nudo que lo atragantaba.

En su cuerpo no había cicatrices de los últimos días, pero en su cabeza sí, y demasiadas para asimilarlas. Se sentía un idiota por dejar que Maggie jugara con él, se sentía un tonto por no haber sido más objetivo respecto a lo extraño que era su padre, un inútil por no haber sido capaz de ayudar a su tío, quien literalmente lo había mandado a escapar de la ciudad.

Recordó de golpe, como la invocación de Angus había desaparecido repentinamente, y el nudo en su garganta se volvió un sollozo. ¿Qué ocurrió con él? ¿Habrá muerto?. Los lagrimones que resbalaban por sus mejillas hacían que sus ojos picasen, y sentía la cabeza martillar; luego, el dolor de cabeza le recordaba a cuando en la celda lo torturaban; le preguntaban algo luego de arrancarle alguna uña, y debido a que él tenía la respuesta dentro del scripta, una descarga destructiva de información lo hacía retorcerse aún más y querer cabecear las paredes de la celda. Recordó el dolor, mientras seguía llorando, y sabía que de no haber despertado aquellos extraños sentidos sobrehumanos, no habría pedido mantener la boca cerrada. Un ataque de tos le hizo doler los pulmones, y su rostro se quedó rojo mientras por unos segundos se notaba hiperventilar.

El Legado De Thedras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora