"¿Qué tanto debería doler?". Pensó mirando sus manos.
Las cadenas de dyn habían destrozado sus muñecas, pero lentamente su sanación iba haciendo que sus heridas se cerrasen.
Había tanta luz... tanta que a su cabeza era imposible concentrarse en lo que estaba pasando.
Sus piernas estaban tan débiles, que cuando el tipo que lo estaba sujetando por el brazo lo soltó, cayó desplomado.
—¿Ves traidor? —rió detrás de él— ¿Oh estás enojado?
Lo tomaron esta vez del pescuezo, y con una facilidad tan brusca, lo levantaron.
Sus ojos iban acostumbrándose lentamente a la luz. Estaba en medio de un terreno llano salpicado de hogares destruidos. Innumerables cuerpos se hallaban esparcidos, troceados y molidos.
Detrás, podía divisar los muros de la Académico-Mágico-Militar, y las puertas que daban al patio frontal. Miles de soldados estaban cubriendo cada hueco, cada ingreso del mismo.
Más en frente, una bestia verduzca con prominentes alas blancas estaba enrollando su largo cuerpo, emitiendo extraños rugidos de furia.
Su vista volvió a lo que estaba más cerca, se dió cuenta de quien estaba parado, de quién era el que estaba siendo llamando traidor.
"Ah... por fin llegaste".
Intentó sonreír pero la piel de su rostro estaba cortada, quemada y amoratada, que dolía tanto siquiera intentar pronunciar una palabra.
Se dedicó a mirarlo. En su tío, sentía la misma energía que brotaba de su núcleo. Esa energía tan extraña, oscura. Quiso hacerle entender que estaba bien, que podía combatir sin preocuparse, pero a penas se podía mover.
Había dejado de consultar su propia cabeza, ya que el dolor aumentaba cada vez más, y era perfectamente comparable a sus uñas arrancadas, huesos rotos, y los milimétricos cortes en sus músculos.
Dos horas por las mañanas, dos por las tardes, dos por las noches. Recordó vagamente.
Eran las horas que recibía castigo, en el que buscaban hacerlo hablar. La extraña sanación que lo protegía por momentos se detenía por completo. ¿Sobrecargada quizás de trabajo?
No importaba ahora. Su núcleo volvía a repartir dyn en su cuerpo, y si seguía así, pronto podría usar "ese hechizo". Un hechizo que rondaba en su cabeza desde que activo el scripta.
El estallido de energía que surgió luego de que sea expuesto como un trofeo, fue apabullante. Los rugidos de la bestia se intensificaron, más el hombre que lo sostenga decidió no prestarles atención, en cambio, siguió riendo.
—Ey, militar fracasado ¿Qué le hicieron a este bastardo? —preguntó.
—Sólo jugábamos un poco —respondió Gunnar.
El hombre inmenso que cargaba el garrote gruñó una risa. La niña de tez blanquecina que sujetaban sus costillas hizo algo similar.
—¿Lo ves Lainarí? Ríete más, como Luriot. Éstos idiotas pueden hacer un buen trabajo de vez en cuando —rió apuntando hacia Gunnar.
"Lainarí".
Aiden se sentía tan cansado, que no pudo recordar donde había escuchado ese nombre antes. Aún se sentía en trance. En una pesadilla.
La bestia verduzca que antes estaba enrollada sobre si misma retrocedió. Ésta fue la señal de alarma para que Luriot, el del garrote, se ponga en movimiento.
Con un salto sonoro se precipitó hacia la bestia. Pero fue interceptado en el aire.
Cayó tan rápido como había subido, y levitando en el punto de intervención, estaba Angus Fletcher. El dyn se arremolinaba, fluía, se extendía y volvía a su cuerpo en segundos.
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El Legado De Thedras.
FantasiEn la Academia Mágico-Militar, Aiden Fletcher, sobrino del legendario Mago Angus Fletcher, indaga la extraña enfermedad que llevó a la muerte de su madre. Sin embargo, se ve envuelto en un complot insurgente que busca derrocar el reino, forzándolo a...