◖Capítulo-4◗

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Nota:

Créditos a la que haya hecho la imagen, no encontré de quien era originalmente.

—Una semana tiene 7 días, ya ha pasado uno desde que se anunció la boda. Me quedan seis, seis para huir, morir o simplemente desaparecer de este lugar —Con sus dedos comenzaba a hacer una dolorosa resta pensando que lo inevitable no tardaría en llegar. A pesar de ya haber salido el sol, Lucerys aún se mantenía en cama envuelto en las gruesas cobijas, no se había aparecido al desayuno así que sus alimentos le fueron llevados a su recámara. La bandeja aún se encontraba sobre una pequeña mesa intacta, incluso las moscas ya empezaban a rondar la fruta con su olor característico de descomposición. Si ponía aunque sea un pequeño bocado de lo que fuese en su boca terminaría regresándolo, todo le asqueaba, tenía muy grabada la imagen de su hermano acostándose con el hermano de su prometido. ¿Desde cuándo Jace se había vuelto tan desleal a un compromiso? ¿En qué momento inició ese amorío? ¿Por qué no eligió a Aemond en vez de Aegon si ya tenía una relación con él? Odiaba ser cómplice pero no podía echar de cabeza a su hermano, mucho menos ir con la noticia al amor de su vida quien de seguro pensaría que era un arranque de celos y por ende, le odiaría por inmiscuir también a uno de sus hermanos menores. Pensar qué hacer ya le estaba provocando jaqueca, cubrió su rostro con la almohada echando un grito ahogado hasta que las perillas de su puerta rechinaron abriéndose.

Una mucama entró a su habitación para dejarle ropa limpia —Príncipe Lucerys, aquí le dejo sus prendas— la chica muy amable asentó la pila de ropa en la mesa designada. El joven notó que la túnica de color café no estaba entre ellas, solo las prendas características de la casa Targaryen y Velaryon.

—¡Espera! ¿Dónde están las túnicas de Dorne? Solo tengo dos—se levantó de inmediato buscándola.

—La reina me dio instrucciones de guardarla, su alteza, se le dará en el momento que usted retorne al gran templo de la fe. Con su permiso —la chica salió del cuarto, no tenía más información que darle.

Parecía nada, sin embargo, la prenda le ayudaba enormemente a visualizarse en un futuro como una persona dedicada a la religión, que carecía de herencia dejándole solo como un siervo de los dioses, ahora tenía que vestir de rojo y negro con los símbolos de la casa de su madre, los mismo que también portaría su hermano mayor al menos hasta que se casara y añadiera el verde; se acercó a la ropa pasando sus dedos sobre la textura, era suave, de buenas fibras no como la del templo que era rugosa, gruesa y calurosa. Otra vez volvería a ser un príncipe, eso significa igual estar disponible a atender a cualquier pretendiente que se le acercase con fines maritales, justo de lo que quería huir portando el emblema de la fe. Con gran pesar procedió a vestirse, era eso o andar envuelto en las cobijas, cuando finalizó se dirigió al espejo para echarse un último vistazo, ver al Lucerys cobarde que anhelaba ser tragado por la tierra. Al mirarse de pies a cabeza sintió un gran bajón emocional: Volvía ser un príncipe encantador, apuesto, delicado y un gran partido para cualquiera en el reino, se colocó la capa de color negro sobre los hombros para después salir de sus aposentos. Ahora debía huir al lugar más alejado para que nadie le notase.

Todo los sirvientes, mozos y mucamas se quedaron atónitos al verle bajar las escaleras con sus nuevas prendas, lucir nuevamente como un futuro heredero de Marcaderiva. Las personas alrededor actuaban como si no le conocieran. Su rostro cobraba color marcándose en sus mejillas, algo en él le hacía brillar, aunque por dentro se sentía completamente opaco. Las reverencias volvieron a él ya no solo como obligación sino también una gran bienvenida a la vida, a su paso no había quien no agachara la cabeza dándole los buenos días, ofreciéndole vino, agua, té lo que sea, todos querían cruzar palabra con él.

[Alma de dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora