◖Capítulo 10◗

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Los primeros rayos del sol se colaban por las ranuras entre las cortinas, delgadas líneas de claridad alumbraban el techo las cuales conforme pasaba el tiempo iban cambiando no solo el grosor sino también iban descendiendo anunciando el cambio horario. Era hora de levantarse, encarar la realidad y convivir con la familia.

El príncipe Lucerys aun yacía acostado en la cama cubierto con la sábana de pies a cabeza dejando únicamente libre la zona de sus ojos, miraba discretamente a la izquierda observando la espalda desnuda de su esposo quien dormía profundamente a su lado, a diferencia de él éste solo estaba cubierto de la cintura para abajo. Tenía el cabello suelto, alborotado sobre la almohada y la cara cubriendo parte de esta, apenas tenía unas cuantas cadenillas de oro rotas sobre sí así como el resto distribuido sobre la cama.

Después de una noche tan pasional y nueva para él, Luke apretaba los ojos cuestionándose sobre todo lo que había pasado y por cómo se había comportado, a su pensar algo le había poseído para haber hecho lo que hizo. Moría de pena y vergüenza, sentía que no podía mirarle más a los ojos —Tal vez si me muevo poco pueda salir de la cama e irme a la otra habitación o podría intentar hacerme al dormido y cuando él se vaya, escapar... quizás si finjo estar muerto, muera de verdad así evitaré encontrarme con él... ¡Maldición Lucerys, solo vete! — el joven tenía un gran debate consigo mismo, trataba de idear planes absurdos sobre como evadir el día después de su noche de bodas.

Delicadamente, evitando hacer movimientos bruscos se enredó en la sábana más delgada, con ligeros arrastres se colocó en la orilla de la cama sentándose lo más silencioso posible —Ya casi, ya casi —pensó sin hacer ruido. Comenzó a levantarse hasta quedar de pie, empero, una fuerza le hizo caer hacia atrás rompiendo todo su gran esfuerzo por querer pasar desapercibido. Escapar de su propio marido nunca había sido tan difícil como ahora.

—¿Acaso piensas huir tan temprano? — su ahora esposo había logrado despertar a tiempo para truncar su intento de escape, le había jalado de un brazo llevándolo directo hacia él abrazándole por la espalda, dejándole un beso húmedo en el hombro. Aun semi dormido no permitiría que le abandonase a tan pocas horas de haberse unido legalmente.

—N-No, no es eso, solo no quería...despertarte —dio la media vuelta quedando frente a él. ¡Maldita sea que apuesto se veía despertando! Sus cabellos revueltos sobre su rostro, su torso descubierto y esos brazos marcados que le sujetaban aceleraban su corazón.

—Mentiroso —le acercó a él quedando casi encima, tomó sus labios en un suave beso de buenos días.

—No, espera —colocó una mano sobre su pecho alejándole, interrumpiendo su beso mañanero.

—¿Espera? Te recuerdo que acabas de casarte conmigo, no tengo porque esperar nada —volvió a besarle ahora sin interrupciones, el menor accedió a corresponderle rodeándole con los brazos por encima del cuello. Sus besos chasquearon unos cuantos minutos hasta que el aire les faltó.

El menor acarició el rostro del mayor, sus pulgares recorrían con suavidad sus pómulos, recorría visualmente cada detalle de su cara que era más pronunciada como dos lunares perfectamente posicionados bajo su labio inferior simulando una figura lineal, sus cejas delineadas, el hermoso color violeta de su ojo ¡Hasta la marca de su rostro le sentaba muy bien! — No quiero bajar al desayuno, no quiero miradas incómodas ni tampoco preguntas fuera de lugar —susurró. En realidad, ahora que ya tenía un vínculo mucho más fuerte con su tío evitaría a toda costa mencionar el nombre de Jacaerys, aun no lo aceptaría, pero le daban celos que aun quedasen restos de ese amor por él. Su misma indecisión e inseguridad no le permitían creer que lo vivido la noche anterior fue real y no solo un acto por costumbre.

—No tenemos por qué hacerlo, las costumbres acabaron en el momento que nos llevaron a esta habitación —Aemond dejó un beso sincero en la frente del castaño.

[Alma de dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora