Velas en la tormenta

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Todo el mundo ama a alguien en algún momento
Todo el mundo se enamora de alguna manera
Todo el mundo encuentra a alguien en algún lugar.

Mis sueños hechos realidad.

Con tu propuesta, algo me acaba de decir que mi momento es ahora. No nos damos cuenta cómo surge el amor. Pero mi corazón me sigue diciendo que mi lugar es aquí, contigo.

Si lo tuviera en mi poder
Me encargaría de que todos los chicos tuvieran tus encantos
Entonces cada minuto, cada hora
Cada chica encontraría lo que encontré en tus brazos

Todos en algún momento amamos a alguien
Y aunque mi sueño estaba tardando
Tu amor hizo que valiera la pena esperar, para alguien como tú.


... ¿Algún día te casarías conmigo?

Los momentos importantes son siempre inesperados. Aquella propuesta marcaba un antes y un después en nuestra relación, no solo por el hecho de lo que esta implicaba, si no por la reacción en cadena que nos atormentaría en los próximos momentos. La magia y la ilusión, ahora se convertían en tragedia y desencanto. 
Sin saber, aquella noche sería la última en mucho tiempo, en que Sergio y yo compartiríamos momentos juntos. 

3 días después...

Después de la fiesta de cumpleaños algo estaba cambiando, cualquier persona creería que luego de aquella propuesta, las chispas del amor serían mucho más deslumbrantes, pero no... sino que se apagaban como velas en la tormenta.

Recibí una llamada, era Sergio, quien me citó en la noche a un prestigioso restaurante de la ciudad. Su voz sonaba apagada y distante, tenía un tono melancólico con tintes de ruptura.

Toda la mañana y tarde mi cabeza daba vueltas y vueltas, tratando de seguir el hilo que nos había traído a esta llamada. 

Llegué al restaurante con nerviosismo y expectación. Busqué a Sergio con la mirada y lo encontré sentado en una mesa apartada. Tenía una expresión de tristeza y culpa. Me saludó con un gesto y me invitó a sentarme.

—Kristel, tenemos que hablar.

—No me gusta nada cómo ha sonado esa frase. Así es como empiezan siempre todas las rupturas.

—Lo sé. He buscado el mejor lugar para decírtelo, pero supongo que ninguno lo es

Sergio suspiró y me miró con dolor. Me tomó de la mano y me dijo con voz grave:

—Kristel, tengo que contarte algo. Algo que no te va a gustar.

Sentí un escalofrío y un presentimiento que cobraba vida.

—¿Qué es, Sergio? ¿Qué me tienes que contar?—. Le pregunté con voz angustiada.

Sergio respiró hondo y me dijo con voz temblorosa:

—Kristel, me voy. Me voy a estudiar fuera del país. Me voy a Italia.

Sentí que me caía un balde de agua fría. Que me daba un golpe en el pecho. Sus palabras me rompían el corazón.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué?—. Le pregunté con voz incrédula.

Sergio me explicó con voz apenada:

TORBELLINO DE EMOCIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora