Gran parte de África se había visto envuelta en una gran oscuridad, de repente el día se volvió noche. Y eso no era lo peor sino que un ejército de pesadilla vino con aquella extraña penumbra.
Ya de por si muchas zonas como pequeños pueblos y aldeas vivían en situaciones precarias y ni se diga contar con una fuerza políciaca adecuada o que la ayuda del ejército llegara a tiempo, cuando este se concentraba más en sus ciudades capital. O peor aún vivían situaciones de guerrillas y cada ejército servía a sus propios interéses e ideologías y no al "pueblo" como tal.
Hay un dicho que reza: "Divide y vencerás". Y el enemigo supo como aprovechar eso, fue servirles regiones enteras de aquel continente en bandeja de plata.
Sin embargo aún quedaban quienes no olvidaban los antiguos pactos, aquellos que habían jurado proteger al mundo y su gente.
Mustafa Zorim se dirigía a toda velocidad montado en su jaguar Zumbala, al poblado más cercano; a su lado derecho lo seguía también Kopaka su león guardián. Ambos felinos estaban revestidos con armaduras del mejor acero imbuido con encantamientos de protección y refuerzo, todo aquello les daba un aire imponente, más del que ya tenían. (Se asemejaban al tigre de batalla de He-Man)
El Vigía de Mundos Mustafa por su parte iba ataviado con una túnica roja tribal, sandalias, así como pintura de guerra en su rostro, brazos y piernas que invocaban el poder de los ancestros y la naturaleza. Como armas portaba una lanza de punta plateada y un arco con flechas.
Una especie de fuegos fatuos que el había creado le servían para iluminar su camino en aquella oscuridad, además los sentidos mejorados de sus guardianes animales le advertirían de cualquier peligro cercano.
Aquel poblado al sur de la ciudad capital de Senegal se encontraba en pleno asedio, un grupo de la semilla estelar de Cthulhu así como otros horrores con tentáculos y puas de insecto en la espalda que tenían una parte con forma humana estaban atacando a la población indiscriminadamente.
Lo único bueno era que las armas comúnes como pistolas o rifles, así como cuchillos y machetes los dañaban, el problema era que había que causarles daño severo o hasta rematarlos pues aquellos seres tenían una gran resistencia, sobre todo los vastágos del Dios Primigenio.
Un grupo de personas se habían tratado de refugiar en una pequeña tienda de abarrotes. Unos cuantos valientes le hacían frente a las abominaciones con forma humana, tratando de impedir la entrada a su improvisado refugio donde había niños y ancianos. Cinco defensores eran lo único que los separaba de aquellos monstruos, solo uno de ellos traía un arma de fuego como tal, una escopeta, el resto andaban armados con lo que podían, tubos, cuchillos de carnicero y demás.
Sorpresivamente uno de aquellos "demonios" como los pobladores los llamaban, atraveso con sus tentáculos con púas a uno de aquellos hombres y otro más fue embestido contra la pared quedando inconsciente; la situación era muy desalentadora pero no se acobardarían lucharían hasta el final protegiendo a su gente.
Sin previo aviso un relámpago azul achicharro a varios de esos seres luego un segundo y otro más cayó sobre aquel grupo de seres matandolos instantaneamente. Luego como si fuera un sueño un león y un jaguar con armaduras se lanzaron a la carga y zarandeaban a los enemigos como muñecos de trapo con sus poderosas garras y mandíbulas.
Un sonido como una especie de fino silbido se oyó en el aire y varias flechas cargadas de una magia ancestral se clavaron certeramente en los ojos de los extraños tentáculos de los "demonios", al hacerlo emitieron horribles chillidos y sus cuerpos se deshicieron como si hubieran sido bañados en ácido. Pronto aquella área estuvo despejada y entonces vieron que era un anciano que emitía un aura de respeto y poder quien los había salvado.
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El Anciano y el muchacho de pelo blanco.
FantasíaUn día Lincoln Loud harto de las constantes peleas con sus hermanas, se encuentra en su camino con un nuevo vecino y entabla una relación de amistad con él, este comienza a darle consejos y reflexiones que le abrirán los ojos a ciertas verdades difí...