YEᗩᕼ YEᗩᕼ YEᗩᕼ

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Kɳυƈƙʅҽ Kιʂʂ

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❝No tengo tiempo para preocuparme por quién no le agrado, estoy demasiado ocupado amando a las personas que me aman.❞

—Charlie Brown.

Soi Fong jamás esperó que su novia resultase tan amorosa.

Era raro mencionarlo, pero es que de verdad Soi Fong no se lo esperaba. Ni siquiera en su adolescencia, cuando su cabeza estaba plagada de fantasías dulzonas en medio de su incipente amor inocente. Ni cuando empezaron su relación. En esos momentos las cosas sucedían sin mucho de nuevo en sus interacciones aparte de tímidos besos en la mejilla o en los labios que la morena le robaba a Soi Fong o en ocasiones tomarse de la mano, primerizas como eran con respecto al amor y las relaciones en general. No sobra decir que a Soi Fong le sorprendió de sobremanera la torpeza de su maestra con respecto a ella y en alguna ocasión le había preguntado al respecto. Yoruichi no contestó como tal, pero la expresión que puso le dejó en claro a Soi Fong lo que ella creía imposible, más aún considerando la personalidad de su maestra.

Yoruichi tampoco había tenido antes una relación.

En su momento a duras penas le cupo en la cabeza. Pero mientras más lo rumiaba en su cabeza y más charlaban al respecto más sentido cobraba para la más baja. Precisamente a causa de su inmensa popularidad, que la seguía incluso después de ser desterrada, e importantes cargos en su momento eran muy pocas las personas a las que Yoruichi dejaba entrar a su círculo social, por no decir que se limitaba a Kukakuu, Kisuke y Tessai, a quienes conocía desde muy corta edad. A pesar de ser una persona carismática que disfrutaba de bromear o coquetear con los demás, jamás se pudo permitir semejante intimidad para invitar a alguien a salir o en todo caso a aceptar una cita de alguien más. No puedes ser la capitana del segundo escuadrón y la comandante del Omnitsukido e ir por la vida saliendo con cualquiera, exponiéndote. Y eso Soi Fong lo sabía muy bien.

Eso había sido una faceta de Yoruichi que Soi Fong jamás había siquiera imaginado, y la capitana en ese momento no había podido evitar sentirse mal al sentir que había juzgado mal a su propia pareja. Se dio cuenta de lo poco que conocía realmente a la que alguna vez fue su maestra, y si bien pensar así le dolió, Yoruichi no permitió que esto la desanimase por completo, y le dijo.

—Hemos pasado tantos años sin vernos y tú has crecido tanto que, creo que yo tampoco te conozco tan bien —la mujer sonrió con comprensión al ver la expresión acongojada de Soi Fong—. No te pongas así, siento que va a funcionar —y para reforzar su punto la morena tomó la mano de Soi Fong, la llevó a sus labios y plantó un suave beso justo en los nudillos de la otra chica. La mencionada no tardó en sonrojarse al nivel de un semáforo y comenzar a murmurar cosas incomprensibles

Fue complicado, y mucho. Eran muy pocas veces las que podían verse sin que Soi Fong tuviese alguna misión o trabajo de por medio, aparte de que para ambas era dificilísimo levantar unas barreras que toda su vida se habían visto obligadas a reforzar. Pero ambas destacaban por su tenacidad, y pasados los meses, con paciencia, trabajo, algunas discusiones leves y una que otra discusión grave. Dichas barreras comenzaron a romperse, dejó de sobresaltarles el contacto físico, dejaron sentirse extrañas al imaginarse dándose regalos entre ellas, los labios de Soi Fong dejaron de temblar de puros nervios cuando Yoruichi la besaba, aunque la sensación dulzona de tener criaturas hechas de miel en el estómago prevalecía.

Yoruichi se dio cuenta de cuánto disfrutaba ver la expresión de Soi Fong cuando la trataba con cariño especial. Y eso hizo nacer unas crecientes ganas en ella de superarse en ese ámbito, de sacarle más sonrisas y sonrojos a Soi Fong cada vez que estaban juntas. Disfrutaba consentir así a la capitana.

Abrazos en los momentos que Soi Fong menos se lo esperaba, manos morenas que le peinaban con ternura el flequillo, besos en la frente y cuello y más detalles románticos que siempre tomaban desprevenida a Soi Fong. Pero no podía decir que le desagradaban, al contrario, hacía todo lo posible para vencer su timidez y corresponder aquellos gestos. Aunque seguía descolocándola porque nunca en su vida había recibido tanto afecto. Al menos no desde que sus hermanos mayores murieron.

Pero había un gesto en especial del que Yoruichi no parecía cansarse. El gesto de besarle los nudillos.

Lo mismo que le había hecho aquella conversación Yoruichi parecía haber adquirido una especie de costumbre. Lo hacía sobre todo cuando la notaba estresada, triste o hasta enferma, o cuando se despedía de ella por un rato pequeño. Y tenía que admitirlo, casi siempre funcionaba.

—Hola ¿Cómo te sientes? —dijo con ternura la morena, sentándose en el sofá mientras le daba un vaso lleno de Amazake caliente. 

Ambas estaban juntas en la tienda y Soi Fong estaba estirada a lo largo del sofá con la cabeza sobre un cojín y una esponjosa manta de tono chanpagne cubriéndola. Las mejillas normalmente pálidas de la muchacha estaban completamente encendidas de rojo, al igual que su pequeña nariz, sumado a que esta se hallaba irritada por la gran cantidad de pañuelos que había utilizado antes y que había arrojado al bote de basura cercano al mueble, tenía algunas gotas de sudor en la frente que Yoruichi no tardó en limpiar con un pañuelo húmedo, a lo que Soi Fong no decía nada aparte de emitir pequeños quejidos.

Soi Fong casi nunca se enfermaba, su cuerpo había sido entrenado para soportar condiciones muy extremas, y era por esto mismo que se avergonzaba de haber enfermado precisamente en el mundo de los vivos, delante de su novia. Además de que se había enfermado de una manera demasiado estúpida: Se había caído en una fuente del parque de Karakura mientras ella y Yoruichi paseaban, en plenos inicios de invierno, tras haberse tropezado con un gato y con dos niños que al parecer estaban persiguiendo al animal. Como si el incidente no hubiese sido de por sí humillante Soi Fong no tardó en comenzar a temblar una vez sacó la cabeza del agua, Yoruichi corrió a ayudarla y volvieron a toda prisa a la tienda. Pero fue tarde, ya Soi Fong había comenzado a estornudar y la fiebre sólo tardó un par de horas en llegar, sin mencionar que incluso seca y caliente no había dejado de temblar.

Yoruichi lo admitía, la caída de Soi Fong le había dado mucha gracia. Pero toda risa desapareció cuando vio a su pobre chica temblorosa y empapada en medio del agua, incluso amenazaba con ponerse azul en cualquier momento.

—Mal... —contestó débilmente la capitana— No dejes... Que Urahara me vea así.
—Nena... —Yoruichi le peinó con suavidad el flequillo ya seco— Sabes que Kisuke vive aquí, te verá así quieras o no —contestó y exhaló una risa cuando la menor contestó con un gruñido—. No te preocupes, seguro que estás mejor mañana.
—Tengo frío aún —gimió la capitana, alzó una de sus manos y tomó la mano de Yoruichi que jugaba con su flequillo, manteniéndola bajo su mentón como si fuese una especie de consuelo.
—Con el chapuzón que te diste no me sorprende —Yoruichi soltó una carcajada cuando su debilitada novia sólo la apuñaló con la mirada, pero no soltó su mano— ¡No es cierto, no es cierto! ¡Perdón! —dijo entre risas.
—Que... Divertida —masculló sarcásticamente Soi Fong, su voz se oía más ronca de lo normal.
—No es cierto... Lo siento —Yoruichi suspiró para ponerle fin a su ataque de risa—. Le pedí a Tessai que te hiciera sopa caliente, te hará bien... De hecho voy a revisar, ya vuelvo —dicho esto Yoruichi besó los nudillos de Soi Fong, los de la mano que no había dejado de sostener y se puso de pie.

Aún con malestar, Soi Fong se permitió sonreír.

—Te vas a contagiar si sigues así —susurró la capitana.
—Tal vez... Pero te hace sentir mejor ¿No? —contestó Yoruichi con una sonrisa traviesa y luego se alejó en dirección a la cocina.
—Sí... Lo hace —dijo la enferma, pero cuando ya la morena no estaba.

♡◦◦≫ᑭEᗩᑕᕼ≪◦◦♡ YOᖇᑌᔕOIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora