Capítulo 5

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Poché

La sensación a la que siempre le he temido más es la de plenitud. Es esa sensación que te hace pensar que eres feliz porque tienes todo.

Mi estómago siempre estaba lleno de mariposas porque me sentía enamorada y me había casado con la mujer que amaba. Tenía a mis padres y a mi hermana. Tenía a los señores Calle, que ya los consideraba mi familia. Vivía donde me gustaba vivir. Trabajaba en lo que amaba hacer y los frutos de ello eran cada vez más evidentes.

Pero, por lo general, en mi vida cuando algo está yendo muy bien es porque todo está a punto de destruirse. Es como una calma demasiado inquietante que solo es el precedente de una terrible tormenta. Es como si el destino me diera un lugar en lo más alto para que pudiera degustar un poco de bienestar antes de dejarme caer y estrellarme contra el suelo; y eso me provocaba un dolor realmente insportable.

Esa tarde estábamos todos en casa. Cenábamos mientras la televisión transmitía una telenovela que tenía a todos entretenidos. Mi mamá reía al ver a mi papá pelear con la pantalla, los Calle observaban todo con una sonrisa. Valentina parecía indiferente a todo y solo tenía sus ojitos fijos en mí, así que le di un besito en la frente.

Luego miré a Daniela, ella observaba su mano izquierda, específicamente su dedo anular, donde reposaba su anillo de matrimonio. Después me miró a mí y le hice una pequeño gesto que le pedía que me acompañara fuera.

-Prometo que algún día te daré uno mejor.- le dije cuando estuvimos en el jardín de la casa. Tomé la misma mano que ella contemplaba antes y la bese con delicadeza.

-No me importa tanto el anillo, ¿sabes?- me respondió.

-¿Qué te importa, entonces?- levantó sus hombros ¿Al menos te hace un poco feliz nuestro matrimonio?- pregunté e hizo el mismo gesto, pero esta vez también habló.

-Nuestro matrimonio fue un trámite más para poder quedarme en este país.- de nuevo sentí como sus palabras me lastimaban. Después de todo, tenía razón.- Pero si hay algo que no puedo negar es lo mucho que me gustas, Poché.- agregó- Tengo que confesarte algo que me tiene muy asustada porque no estaba en mis planes...- hizo una pequeña pausa para pensar en lo que diría

-Dime...- la alenté.

-Creo que... que..- tartamudeó nerviosa- Bueno, no creo. Estoy segura de que estoy comenzando a...- no pudo terminar.

Porque en ese momento se escucharon una marea de gritos y de gente llegando hacia nosotras.

Miré extrañada hacia los hombres que se acercaban, muchos de ellos trabajaban con nosotros.

-¿Qué sucede?- les pregunté al verlos tan agitados.

-Los cultivos, señorita...- dijo el señor Luis.- Se están quemando.-

-¡¿Qué?!- grité al escucharlo.

-No sabemos como inició, cuando llegamos era imposible...- mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas al pensar que todo el trabajo que habíamos hecho se estaba destruyendo.

-Avísale a mis padres y llama a los bomberos. ¡Rápido!- le ordené.

E inmediatamente comencé a correr en dirección a los viñedos. Escuché a Daniela llamarme, sus gritos eran desgarradores, como si supiera que ir a hacia donde iba sería nuestro fin.

La mayoría de los trabajadores del lugar me seguieron.

Mientras más me acercaba podía sentir el olor del humo adentrarse por mis fosas nasales. Pero verlo fue lo que realmente dolió. Habían hectáreas de cultivos consumiéndose con el fuego.

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