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Capitulo 10

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Capitulo 10

El carruaje se detuvo, señalando que ya había llegado. El cochero me abrió la puerta, y entró una suave brisa otoñal, el aire estaba cálido y besaba con suavidez la piel. Tomé unos segundos para ajustar mi vestido y mi sombrero, antes de tomar su mano y bajar. Pude notar que, estacionados bajo la sombra de los abedules que contorneaban el edificio, esperaban en fila otros quince carruajes, con caballos que protestaban en señal de ya haber esperado demasiado y conductores que fumaban y conversaban con sus pares, o bien dormían una siesta cobijados en el asiento delantero.

A unos metros de distancia, junto a aquella enorme puerta de madera que marcaba la entrada a la academia, divisé la figura de Leonardo, vestía un traje negro con delicados contrastes grises, que resaltaba su complexión y ojos azules. Su cabello oscuro lo tenía bien peinado hacia atrás, pero aún así se le escapaban unos rizos rebeldes que caían encima de sus cejas, al verme, con su usual rostro sereno, asintió leve y calmadamente en forma de saludo.

—Casi comenzaba a extrañarte —me comentó en cuanto estuve al frente suyo, regalándome media sonrisa

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—Casi comenzaba a extrañarte —me comentó en cuanto estuve al frente suyo, regalándome media sonrisa. Escondida detrás de su espalda, apareció una única rosa, roja y de pétalos muy abiertos que miraban hacia el cielo.

Creí sonreir, incrédula y confundida. Recibir este tipo de atenciones por parte de Leonardo se me hacía raro. Esto no tenía para nada su toque.

—¿Una rosa? Un poco trillado, ¿no crees?

—La tomé camino hacia acá —respondió con simpleza, levantando los hombros como si aquello realmente no tuviera relevancia alguna.

—¿Por qué están tan rojos tus nudillos?
—noté de pronto —, ¿Eso es sangre? —inquirí con los ojos abiertos, inclinando la cabeza para ver mejor.

—¿La vas a tomar o no? —apuró.

Recibí la rosa con desconfianza. Leonardo no era del tipo que se metía en peleas, y es que no tenía la más mínima necesidad de hacerlo, era prácticamente de las personas con más estatus en la academia y nadie se mete con las personas con poder. Guiada por el futuro conde, entramos a la academia con lentitud, disfrutando del buen tiempo. El edificio neoclásico se mantenía igual de impresionante que siempre, pero esta vez con gente deambulando en cada rincón, cómo pequeñas hormigas con pelucas y joyas.

Con gusto seré la villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora