III

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Tardo dos semanas en poder decidirse. Y aún dudaba.

Era tarde, el sol se estaba asomando cuando fue a los dormitorios de los guardias imperiales. El ruido de los hombres jugando, o festejando estupideces lo hicieron dudar aún más de su decisión, es más, estaba a punto de devolverse cuando detrás suyo aparece Izuku tan sorprendido como él. Sostenía entre sus pequeños dedos un horrible y extraño ramo de flores recogidas de algún lugar del jardín del castillo, por su mirada asustadiza supo que aquellas flores habían sido robadas.

- Pagare por esto. Lo juro -dijo tembloroso.

- ¿Con qué dinero?

Lo había pillado.

No se le entregaba ningún gasto monetario, ellos solo vivían en el imperio por su orden y solicitud al emperador. Nada más. Podrían beber, comer, dormir y poseer cosas que cualquier ser humano necesitaría para sobrevivir el día a día, pero dinero no. Aún no al menos. Cuando cumplieran la edad de quince años ellos podrían comenzar a trabajar para el reino así ganar su propio dinero.

Estaba sonriendo gustoso de verlo tan afligido, era tan divertido que llego a sentirse vacío por dentro.

- Yo pagare por él -intervino Keigo milagrosamente salvando a Izuku de la situación.

- Eres el héroe del imperio -dijo Shouto, indiferente.

- Gracias por el cumplido, glorioso príncipe -mencionó con gracia-. ¿Qué lo trae por aquí?

Bien, era ahora o nunca.

Dejo de ver a Izuku para centrarse en Keigo quien lucia bastante curioso por su presencia en el ala de los dormitorios.

- Necesito hablar contigo. A solas -ordenó viendo de reojo al peliverde.

Al escuchar sus palabras, el pequeño y temeroso niño entro corriendo a los dormitorios dejándolos solos al fin.

- ¿Por qué rayos lleva flores? – preguntó al aire, pero para su sorpresa fue el capitán quien respondió.

- Uno de los guardias es excelente dibujando, le dijo que si quería un regalo trajera lo que más le gustaba para retratarlo con él.

- ¿Y quiere el dibujo de un horrible arreglo de flores?

- En realidad, no -sonrió-. Izuku dijo que lo que más le gustaba eran sus dos amigos, Katsuki y Eijiro, pero el guardia le dijo que seria un retrato muy aburrido así que le sugirió que seria bueno poner algo de color.

- Las malditas flores.

- Estoy seguro, señor, que él no sabia que esas flores eran propiedad del imperio.

Gruño, aunque con su voz actual sonó más a un quejido.

Llevo a Keigo a un lugar espacioso y aislado de los vigilantes, estaba a punto de soltar una gran bomba, una con la que probablemente lo meterían a la cárcel por demente, pero debía correr el riesgo, no podía dejar a fuera a un demente cuyo plan es reclutar a personas fuertes para crear un golpe al corazón del imperio.

- ¿Está bien, príncipe?

No, no lo estaba.

- Deja de llamarme así -ordenó disgustado-. Solo Shouto.

Recordaba que a los diecinueve años le había pedido exclusivamente a Keigo que dejara de nombrarlo de una manera tan formal, después de todo era el único tan cercano a su edad y vivo, a parte de Mono, que lo sentía como una familiar.

- Me siento honrado, príncipe. Digo, Shouto -se corrigió a si mismo-. Entonces... ¿en qué puedo ayudarlo?

- ¿Conoces a Dabi?

VENIDERO - BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora