CAPITULO 2

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Como era muy pequeña aún, al emperador no le servía para estar a su disposición, así que me asignaron para servir a todos los esclavos que estaban en las cosechas de algodón. Traerles las sobras que dejaron los soldados, capataces y el emperador para que ellos comieran. De tanta escasez de agua que había fuera del palacio, las personas accedían a ser esclavos para poder tener mejores condiciones de vida. Ver a todas esas personas sin nada que comer y de beber me ha traído recuerdos de cuando yo estaba fuera del palacio junto con mi padre, muriendo de hambre y sin un techo en donde vivir. Quise darles agua a esas pobres personas que estaban agotadas de tanto trabajar. El sudor les caía de su frente al rayo del sol sin ninguna sombra que los cubriera. De tanta bronca que me dio, tomé coraje y les ofrecí agua, pero los soldados del emperador me vieron justo en el momento menos preciso.

-¡Qué haces niña insolente!-dijo el soldado.

-Solo les quise dar un poco de agua, se están muriendo de sed-dijo Amy.

-Ellos solo deben beber agua que para el emperador este contamina y no sea de beber-dijo el soldado.

Agarraron mi brazo fuertemente y me llevaron al palacio donde el emperador estaba almorzando en ese momento.

-Disculpe señor, pero esta chiquilla insolente está rompiendo las reglas de su deber, dandoles de beber agua limpia y purificada a los esclavos de la cosecha de algodón-dijo el soldado.

El emperador apoyó los cubiertos en la mesa y se levantó caminando muy cerca de mí.

-¿Por qué tratas de desobedecer mis órdenes? ¿Acaso no estás en un mejor lugar al que estabas antes? Tienes comida y agua, ¿por qué te preocupas por ellos?-dijo el emperador.

-Porque es lo necesario- (llorando)-dijo Amy.

-¡No quiero tus lloriqueos y no me dirijas la palabra! Vas a tener que aprender quién es tu amo a partir de ahora-dijo el emperador.

El emperador me castigó dándole orden a los soldados de que debía lavar toda la ropa sucia de ellos. Sacándome del lugar en donde solo tenía que llevarles comida a los esclavos para convertirme a partir de ahora en una de ellos. Las demás lavanderas me ayudaban para saber cómo debía lavar las cosas, así el emperador no me daba un castigo peor. En ese momento, aparece la esposa del emperador a ver si todo estaba en orden de cómo el emperador lo quiere, pero le llamaba más la atención de que una niña estaba en ese lugar, así que se acerca hacia mí y se agacha.
"¿Qué hace una bella niña como tú en este lugar?" - dijo la esposa del emperador.

La esposa del emperador tomó mis manos y las miró, estaban todas lastimadas de tanto fregar sin descanso. Se acercó al soldado que estaba allí para vigilar que todo estuviera en orden según las reglas del emperador.

"¿Qué hace esa niña aquí de lavandera?" - dijo la esposa del emperador.

"Su majestad, son órdenes del emperador que la niña esté aquí por desobedecer una orden que se le había otorgado" - dijo el soldado.

La esposa del emperador quedó indignada con la orden de su esposo, así que fue a hablar con él mientras yo seguía haciendo mi trabajo. La esposa del emperador entró al palacio levantando su vestido y subiendo las escaleras para que no se le ensuciara. Pasaron quince minutos y se escucharon unos gritos que venían de la habitación del emperador que decían algo así: "¡Las órdenes son mías, te guste o no mujer! Ve tú a ayudarla también, porque sin mí no eres nadie". La discusión fue tan fuerte que los gritos terminaron muy rápido. Al parecer, para los soldados, el emperador mató a su esposa o eso escuché mientras lavaba toda la ropa.

Al llegar la noche, las sirvientas del palacio ya habían terminado su trabajo y antes de ir a dormir nos traían las sobras que dejaron los soldados y capataces. Había soldados tan malvados que escupían la comida para que nosotras comiéramos algo más repugnante, ya que no lo merecíamos por ser esclavas. Las mejores delicias solo las tenía el emperador y todo aquel que le obedeciera. Esa noche, después de cenar, me acosté sobre césped seco, era mejor que dormir en la tierra, aunque no tenía nada en qué apoyar mi cabeza. Trataba de encontrar la posición correcta para poder dormir mejor. Después de dos horas, se escuchaban gritos y golpes, así que decidí levantarme a ver qué sucedía. Me escondí detrás de una pared y era uno de los soldados abusando de una de las sirvientas que siempre estaba en el palacio del emperador sirviendo. Como no quería que sospecharan de mí, decidí ir lentamente sin hacer ningún tipo de ruido a mi césped de vuelta y tratar de dormir, a pesar de haber visto algo tan aberrante. Pero mi cabeza no me dejó dormir, comencé a pensar que yo podría ser esa sirvienta en unos años y que debía escapar de aquí, volver con mi padre e iniciar otra vida en cualquier otro lugar que no fuera este sitio. Pero, ¿de qué sirve si el emperador me puede encontrar en cualquier lugar al que vaya? Así que desistí de tomar esa decisión y solo traté de que no me sucediera en ningún momento del futuro. Yo sabía que los castigos se los daban a las personas desobedientes y que solo aquellos que obedecían las órdenes estarían en mejores condiciones de vida que los demás. Pero para subir a ese puesto, sí o sí, había que complacer al emperador en todo lo que deseaba, tarea difícil. Todos querían ese puesto al saber que estarían en mejores condiciones que el resto. Por un momento dejé de escuchar todos esos ruidos y es porque me quedé dormida. Al día siguiente, debía seguir con mi trabajo como todos los días.

MALTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora