CAPITULO 9

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Al día siguiente, llegaron los proveedores para comprar y vender esclavas que, para el emperador, ya no tenían utilidad. Aquí, los soldados agarraron a las esclavas del cabello para subirlas a la carreta, mientras ellas se resistían a dejar a sus hijos y quedar solas en una situación de esclavitud. Muchas de ellas se fueron llorando, dejando solo unas pocas para trabajar en los cultivos. Ahora el trabajo sería mucho más agotador que antes: algunas de las esclavas llevaban costales llenos de algodón a la habitación, mientras yo seguía supervisando los cultivos, vigilada por un soldado muy degenerado que me miraba con deseo. Se acercó a mí y tocó mi pierna.
"Tienes una hermosa piel para ser una esclava preciosa, ¿no quieres que explore cada uno de tus lunares?", dijo el soldado.
"Por favor, deja de tocarme", respondí.
"¿Qué pasa, acaso tienes miedo?", preguntó.
Antes de levantarme del suelo, agarré un fierro grueso y caminé para seguir cultivando más lejos. El soldado me detuvo tocando mi hombro derecho. Me di la vuelta y lo golpeé con el fierro en el rostro, dejándolo caer al suelo. Me arrepentí por lo que hice y salí corriendo para esconderme detrás del palacio. Desde ahí, observé lo que sucedía. Los demás soldados ayudaron al herido a levantarse, y dos de ellos entraron corriendo al palacio. Después de unos minutos, el emperador salió muy apresurado y habló con los soldados. Mientras señalaban hacia dónde estaba yo escondida, comencé a tener palpitaciones y no sabía qué hacer, así que me entregué caminando hacia donde estaban ellos. Los soldados quisieron detenerme para castigarme, pero el emperador los detuvo con un gesto. Se acercó a mí agarrando mis muñecas muy fuerte, sin intenciones de soltarme.
"Por favor, su majestad, no me haga esto. Tenga piedad de mí", dije.
"¿Por qué quisiste matar a uno de mis soldados?", preguntó el emperador.
"Porque quiso abusar de mí, solo me defendí, su majestad. Para ser pura y virgen, tenga piedad, por favor", dijo Amy.

"Eres una mentirosa. Ahora, como castigo, me vas a ver a mí y a mi esposa teniendo una noche apasionada en la habitación del palacio. Esta noche, de tanto gozar con ella, vas a querer hasta agregarte a la acción y serás bienvenida si gustas", dijo el emperador.

Soltándome de las muñecas, dejó marcadas sus manos sobre mí. Esta noche tengo que pasar una tortura viéndolos matarse entre ellos en su lecho para olvidarme de esas horrorosas imágenes. De solo pensar en esta noche, me fui a comenzar a trabajar para adelantar en las cosechas nuevas que se aparecieron. Aún seguía con mi propia ropa puesta, sin ponerme el atuendo que quería el emperador. Comencé a mirar hacia abajo, contando cada algodón que recogí, dejándolos delicadamente dentro del costal. No deben de tener ninguna imperfección. Se oían unos pasos detrás de mí. Apareció una de las doncellas, tirando de mi cabello para mirarla a la cara.

"Así que vos perra mugrienta vas a ver cómo voy a tener intimidad con mi esposo. Así me lo dijo él. Espero que disfrutes del entretenimiento y, de paso, aprendes a como complacer a un hombre para el futuro en el que estés. O eso creo, ya que quien quisiera estar contigo. Mirate, eres la peor esclava que un emperador puede tener. Creo que tu madre se habría avergonzado de tenerte como hija", dijo la doncella.

"No, señorita. Yo en todo momento voy a bajar la mirada porque no quiero mirar la privacidad de ustedes dos. Mi padre me enseñó a no entrometerme en los asuntos de los demás", dijo Amy.
No me hables así, maldita perra mugrosa. ¿Acaso no comprendes que soy una doncella de la realeza mientras tú solo eres una cria puercos mugrienta que debería estar en un chiquero en lugar de estar aquí delante de un palacio? Me pregunto por qué los soldados de mi esposo aún no te han matado, no tienes nada de especial, solo te hacen pensar que lo eres -dijo la doncella.

No, señorita, solo estoy tratando de obedecer las órdenes del emperador para que mi padre pueda sobrevivir a la pobreza que hemos estado enfrentando durante todos estos años -respondió Amy.

Maldita zorra mugrosa, le voy a pedir a mi esposo que ordene tu asesinato antes de que me veas disfrutar de mi pasión. -dijo la doncella.

Por favor, señorita, tenga piedad de mí -suplicó Amy, agarrándose del vestido de la doncella y llorando sobre él.

¡Suéltame, perra! ¿No ves que me puedes contagiar tu peste mugrosa? -respondió furiosa la doncella, y comenzó a golpear a Amy sin piedad, agarrando su cabello y sacudiéndolo hacia los costados.

En ese momento, me enfurecí y me puse de pie frente a ella. Después de unos segundos, le di una bofetada y la empujé con las manos en su pecho hasta hacerla caer al suelo, manchando su vestido de doncella. Sentada en el suelo, comenzó a insultarme diciéndome que le había ensuciado el vestido, pero yo solo la ignoré y seguí trabajando, mientras sus insultos no dejaban de salir de su boca.

Señorita, ¿desea que informe al emperador de lo sucedido? -preguntó uno de los soldados.

Que ordene que esta perra sea castigada con el látigo, quiso matarme. No debería estar aquí. -respondió la doncella.

Señorita, no creo que al emperador le guste mucho recibir esa petición, ya que Amy es su esclava favorita. -dijo el soldado.
"Usted obedezca aparte, yo soy su esposa. No, esa mugrosa; no debo estar explicando nada. Usted solo haga lo que le dije. Apúrese y ayúdeme a entrar al palacio, que debo quitarme esta suciedad cuanto antes", dijo la doncella.

MALTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora