Expuesto, bikini y vestido

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Carolina me lanza piezas de bikini, una tras otra mientras exclama lo bien que se me verán, mientras tanto yo intento atraparlas todas. Hasta ahora solo tengo dos vestidos, dos pares de sandalias, un vestido de noche y algunos pareos y pares de lentes de sol.

Carolina carga consigo varias bolsas de productos y Michael solo se ha comprado dos pares de traje de baño, unos lentes y algunas camisetas.

-Ya nos imagino, bajando de la avioneta... con esos preciosos collares de flores-dice encantada mientras me lanza otro bra.

-¡Creo que tengo suficientes! —le digo riendo.

Tomo uno de cuerpo entero de color blanco, es precioso, tomo el mismo pero en color negro y me dirijo hacia la caja. -¿Y si llevas uno de dos partes? -pregunta.

-No creo-digo.

-Necesitas un buen bronceado -dice -Ten este.

Ella me tiende un bikini de dos partes de color vino, es sexy pero nada vulgar. Es lindo. Pero no, no tengo el cuerpo para usar eso.

-No -digo rotundamente-, me voy a ver como un embutido.

-No, Karol -dice- ¿Has estado haciendo ejercicio estas semanas, no?

—Sí, un poco, pero eso no significa que mi cuerpo ahora sea puro músculo - digo-. No tengo la figura para lucir esa cosa.

-Llévalo —dice haciendo pucheros―.
Te verás divina... tienes un cuerpo lindo... Cambiando de tema ¿Crees que vendan rellenos para trasero?

Estallo en carcajadas.

-Creo que no lo necesitas -digo.

Miro el bikini sintiéndome insegura.

-Serás una diosa -dice-. Ten un poco más de seguridad en ti, llévalo.

Tomo el bikini y se lo entrego a la cajera.

—¡Sí! —exclama― Llevaré uno también, en color celeste.

Algunos minutos después nos encontramos saliendo de la tienda.

-Bueno, creo que estamos listos para Hawái -dice Michael.

-Eso parece.

-¡Quiero llevar mi flotador de pato gigante! -exclama- ¿Puedes imaginarlo? Mi pato y yo, solos en Hawái... glorioso.

-¿Tu pato?

-Oh, también podría llevar la dona— dice pensativo.

Mi vista va a parar en un precioso vestido detrás de los cristales de una tienda de ropa. Me acerco llevada por la fascinación.

Es un vestido largo de color celeste pastel, con detalles dorados sobre el tul en los bordes de la falda. Es precioso, tanto que verlo duele.

-Es como el vestido de Cenicienta -dice Carolina soñadora.

-Lo requiero -digo entrando a la tienda.

-Buenas tardes, señoritas -dice la encargada del lugar― ¿En qué puedo ayudarlas?

Tiene puesto un impecable saco blanco y unos tacones stiletto en color negro. Su cabello rubio cenizo está peinado en un perfecto recogido elegante.

-El vestido del mostrador-digo señalándolo—. Es divino.

Ella ríe suavemente.

-Lo es-dice afirmando.

-¿Cuál es su precio?

-Quinientos dólares —dice ella.

Mi mandíbula cae al suelo.

¡¿Quinientos dólares?!

Bien, si hablamos de un vestido de graduación es un precio todavía permitido. Es decir, ya me hacía a la idea de que gastaría entre cien y seiscientos dólares en el vestido.

¿A quién engaño?

Mis padres no querrán comprarlo ni en sueños. Es mucho para un vestido que usaré una sola vez.

Mi corazón se rompe un poco.

-¿Tallas?

-Única -dice la señorita. -Pero le queda, estoy segura.

-No se lo venda a nadie- suplico-. Vendré por él, será mi vestido de graduación, cueste lo que cueste.

Trabajaré, ahorraré de aquí a dos semanas, no sé, pero ese vestido será mío totalmente.

Tiene que ser mío.

-Esperaré a que vuelva -dice la señorita.

-Le dejaré mi número una libretita y lapicero. -digo sacando

Escribo mi número con rapidez y se lo entrego.

-Esperaré su llamada —dice antes de que salgamos de la tienda.

Varios minutos más tarde nos encontramos en una pizzería dentro del centro comercial. Michael ya lleva comiéndose cerca de cuatro tajadas de pizza más dos sándwiches que compró por ahí. Carolina mete sus papas fritas dentro del helado de vainilla.

Les acababa de contar sobre mi viaje a la playa a los cuatro años. Les hablé de Ruggero y les enseñé la foto de ambos en la playa que tengo en mi teléfono. Ambos está igual de sorprendidos que yo al inicio.

-Eso es de locos, Karol-dice Carolina.

-Ahora apoyo un poco más tu relación con el profesorcito -dice Michael observando la foto en mi teléfono.

-¡Es tan romántico! -dice Carolina - Es una razón más para quitar del camino al loco de los mensajes.

El recuerdo de esa persona y su mensaje de hace unos minutos me pone de mal humor.

"¿Ese es tu vestido, Cenicienta? El baile de graduación es en tres semanas. Tic tac, a las doce les contaré la verdad"

Esa era una amenaza, una clara amenaza hacia Ruggero y hacia mí. Esta persona planea exponernos en el baile, y eso me tiene aterrada. Pero como le dije a Ruggero: No dejaré que nadie intente joderlos, si tengo que acabar con alguien, lo haré.

Michael me devuelve mi teléfono.

-No podemos dejar que los expongan en el baile-dice Carolina-. Debemos apresurar el plan, pero mientras estemos en Hawái será imposible.

-No creo que pueda enviarme mensajes mientras estemos allá —digo —Y si lo hace es porque es alguien de la clase.

-Si fuese alguien de la clase la única persona sospechosa es Valentina-digo-. Aunque no sé porqué se esforzaría en joderme, ella también besó a Ruggero en un inicio.

-Bueno, como sea, debemos descartar sospechosos -digo-. En el viaje veremos si es Valentina o no.

Ahora tengo dos metas.

Una, saber si Valentina Zenere está detrás de toda esta locura de los mensajes y amenazas. Y dos: Comprarme el vestido de Cenicienta celestial.

Profe, no borre el pizarrón |RUGGAROL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora