En otra vida

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Milagros y Julián.

Era difícil decir uno de esos nombres sin pensar en el otro. Iban encadenados, uno atrás del otro. Por lo menos esa era la imagen que tenían todos los que los conocían. Julián no era Julián sin Milagros y viceversa.

Ellos también lo sabían, por eso vivían juntos para todos lados desde que se conocieron, literalmente no soportaban estar separados.

Cuando Julián se mudó a Buenos Aires estaba cursando el secundario, llegó a mitad de año del tercer año. Ahí la conoció a Mili. Todavía se acuerda del momento en el que lo hicieron sentar junto a ella. Era la chica más linda que jamás había visto. Pero lo mejor fue cuando la conoció, porque se dio cuenta de que era todavía más linda por dentro.

Milagros era algo solitaria, pero no por ser introvertida o tímida (como Julián), sino porque era muy cuidadosa con los vínculos que formaba. No le gustaba juntarse con alguien porque sí y llamar amigos a cualquiera. Cuando quería a alguien, lo quería de verdad. No tardó nada en volverse mejor amiga del cordobés, porque su transparencia le dejaba ver lo buena persona que era.

Eran dos jóvenes enamorados.

Eran chicos. No querían arruinar la amistad. Nadie se animaba a dar el primer paso por el conocido miedo al rechazo. Se querían mucho como para arriesgarse.
Terminaron la secundaria solteros. Mantener una relación les resultaba complicado, porque cada vez que alguien se interesaba en alguno de ellos, el otro se encargaba de espantarlo con su sobreprotección. Y siguieron fingiendo demencia con sus sentimientos.

Pero todo cambió el 31 de enero del 2018, o bueno, el 1 de febrero, porque ya era de madrugada.
Álvarez estaba festejando su cumpleaños número dieciocho por primera vez en un boliche y no podía no invitar a su mejor amiga. Le consiguieron un documento falso y logró entrar aunque tenga diecisiete.
Ambos habían tomado alcohol alguna vez en su vida, claramente, pero Julián nunca lo había ingerido en tanta cantidad como esa vez.

—¿Donde estabas? —le preguntó con un tono elevado, para hacerse escuchar sobre la música. La había apartado de la ronda en la que estaban sus amigos para preguntarle.

En realidad él sabía donde había estado. La había visto bailar con un chico. Había visto como le ponían las manos en los lugares que él quería ponerlas. Había visto como dejaba su rostro acercarse de las maneras que él tanto fantaseó.

—Estaba en el baño. —se excusó ella. En realidad no mentía, venía de ahí cuando el muchacho la interceptó para bailar.

—¿Por qué me mentís? —habló él con las palabras algo arrastradas. Mili suspiró, ya sabía cómo se iba a poner—. Te vi bailando con el pibe ese.

—¿Qué tiene de malo, tonto? Bailamos nomás... Dale vamos. —quiso agarrarlo del brazo para volver a la ronda pero el se quedó firme en el lugar.

—¿Te tengo que recordar que sos menor? Los flacos acá se aprovechan de pibas como vos.

—Julián, hace cinco minutos que tenés dieciocho, no te me vengas a hacer el padre. —Mili estaba perdiendo la paciencia, pero él la había perdido hace rato.

—Yo sabía que no tenía que traerte. —dijo, muerto de celos. La lengua le reaccionaba más rápido que el cerebro.

Milagros se quedó medio dura ante lo que dijo. Obviamente se ofendió. ¿Quien se creía que era para decirle eso?

—Que pena que ya estoy acá. —y ahora con el objetivo fijo de fastidiar a Julián durante toda la noche. Ya sabía que era su cumpleaños, pero se estaba portando como un idiota y no se lo iba a dejar pasar.

One Shots | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora