Atracción fatal

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Estar cerca de ella era peligroso. Julián lo tenía claro.

Hace tiempo que estar en el mismo lugar que Candela se volvía insportable. Aunque estén rodeados de gente la atracción que sentían el uno por el otro era irremediable. Quizás solo se limitaban a dirigirse la mirada, pero esa tensión la podía percibir cada uno de los presentes. Trataban de evitar a toda costa quedar solos en una habitación, si bien siempre habían tenido una buena relación, temían volver a caer en la tentación ineludible que les había dado su cercanía unas cuantas veces.

¿Qué tenía de malo esta tensión sexual? 

Que Julián estaba casado, y no con Candela.

Iban a ser dos años de que Julián se casó con su novia de toda la vida. Se casó muy joven y quizás eso lo llevó a cometer tantos errores. O quizás el error había sido casarse. Era muy inmaduro para entender el compromiso que había decidido tomar y muy inmaduro para mantenerlo. Estaba locamente enamorado de su novia, por algo había querido compartir su vida junto a ella, pero había muchas cosas que no había tenido en cuenta. Le faltaban vivir muchas experiencias y no se había dado cuenta hasta ahora. Pero ya era tarde.

Candela era la primer mujer con la que estaba a parte de su esposa. La primera vez que pasó se había sentido tan culpable que no le volvió a hablar por casi dos meses. No le duró mucho porque aquella muchacha era su debilidad.

Se odiaba por haberse convertido en un infiel, pero no podía alejarse de Candela, ni mucho menos separarse de la chica que lo había acompañado toda su vida. Lo habia intentado, pero Candela tenía un poder de atracción inmanejable. Y el hecho de que trabajen juntos y se vean la cara todos los días no ayudaba.

La joven era parte del equipo ejecutivo del Manchester City. Con tan solo veintitrés años y una excelente recomendación de su jefe en Argentina había conseguido un puesto importante en el equipo de Inglaterra.

El delantero exhaló con pesadez y tocó la puerta de madera un par de veces, no entró hasta que escuchó esa conocida voz darle el permiso.. Estaba listo para irse a casa luego del entrenamiento pero se vio interrumpido por, al parecer, cuestiones burocráticas.

—¿Todo bien? Me dijo José que me necesitabas. —el cordobés habló con rapidez. Verla ahí sentada en su escritorio con esa ropa formal de trabajo le revolvía el pecho.

—Hola, Julián. Sí, sentate por favor.

Él reprimió una sonrisa, le daba gracia escucharla hablar tan formal cuando la había escuchado gritar de diferentes formas.

Julián se sentó mientras la observaba revolver unos papeles. Así como a él le costaba hablar normal, a ella le costaba mantenerle la mirada.

—¿Qué pasó? —preguntó juntando sus manos y dejándolas reposar sobre sus piernas abiertas, de esa manera despreocupada que se sientan los varones.

—Teníamos que ver los últimos detalles de tu contrato. Está todo listo para que firmes y declares en la prensa el martes, pero antes tenés que leerlo bien y...

Su mirada se desvió a sus labios y ahí definitivamente se desconcentró por completo de la charla. Se odiaba por no poder controlarse. Pero la miraba por dos segundos y ya tenía ese impulso de agarrarla y besarla hasta no poder respirar. Y no lo reprimía. No podía.

—¿Julián me estás escuchando? ¿A dónde vas...? 

Antes de poder pensar más Julián había rodeado el escritorio para besar a Candela. Se agachó lo suficiente para que no se despeguen sus bocas y ya sin soportar más la distancia, ella se puso de pie para que logren pegar sus cuerpos del todo. Eran como el imán y el metal, no había caso.

One Shots | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora