catorce

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—¿Entonces nos vemos esta tarde? —dijo el moreno con una sonrisa radiante.

Chanhee asintió con un pequeño rubor en sus mejillas, apretando las mangas de su suéter.

—A las cinco en el parque cerca de mi casa.

—Allí estaré. —respondió Sunwoo, colocando dos dedos en su frente.

Chanhee pensó que la conversación había acabado allí, así que se giró para abrir la puerta de su casa y entrar en esta. Pero Sunwoo tenía otros planes.

Tomó la mano del rubio y jaló hacia él, haciendo que Chanhee girara y chocara contra su pecho. El rubio por un momento pensó en una de esas escenas clichés donde el chico detiene a su interés amoroso para confesarle su amor. Eso no pasaría, pensó.

Pero, ¿él quería que pasara? Si lo pensaba mucho se asustaba, así que siempre evitaba esos pensamientos.

Sunwoo lo miró a los ojos por lo que pareció una eternidad, ambos perdidos en los del otro. Lentamente rodeó el cuerpo del chico de cabellos dorados y lo atrajo hacia su pecho, acortando por completo la poca distancia que había entre ellos.

Chanhee quedó paralizado. No era como otros abrazos que se habían dado, se sentía... más íntimo. Sus brazos a cada lado de su cuerpo no reaccionaban, quería corresponder al chico de ojos oscuros pero estaba demasiado hipnotizado por la sensación de aquel acto repentino.

Sunwoo aspiró el aroma que desprendía el cuello de Chanhee. Lavanda. Su cuerpo olía a lavanda y su cabello a fresas. ¿Cómo alguien podía oler tan bien? Siempre se preguntaba eso cuando Chanhee estaba cerca suyo. Chanhee tenía un aroma dulce y suave, era su esencia. Dulce como las fresas y delicado como la lavanda. Amaba eso, amaba las pequeñas cosas de Chanhee. Las cosas por las cuales se enamoró perdidamente.

—Tu cabello se ve realmente lindo hoy. —dijo Sunwoo, separándose y acomodando algunos mechones rubios.

—¿Eh? —cuestionó Chanhee, pero reaccionó a tiempo— ¡Ah! Sí, bueno, estoy pensando en teñirlo de negro de nuevo, mi cabello rubio llama mucho la atención.

—Seguro te verías precioso con el negro, pero tu cabello rubio es tu toque. Pareces un ángel.

Chanhee se sonrojó intensamente.

—¡Me tengo que ir! Mi mamá se enojará si llego tarde a casa. Nos vemos mañana, adiós. —dijo rápidamente para volver a girarse y abrir torpemente la puerta y cerrarla de un portazo.

Sunwoo rió y se dispuso a volver a su casa.

Chanhee intentaba recuperar el aliento apoyado contra la puerta de su casa, con una intensa mirada que lo cuestionaba desde el sofá de la sala de estar.

—¿Si sabes que le gustas, cierto? —dijo su hermano menor.

—Claro que no, no inventes, Chihoon. —rodó los ojos el rubio con las mejillas aún rosadas.

—"Tu cabello se ve realmente lindo hoy" —imitó la voz de Sunwoo de forma exagerada—. Eso es claramente un "Estoy enamorado de ti pero no me atrevo a decirtelo directamente".

—Él siempre es así de coqueto, es su personalidad.

Chihoon rodó sus ojos por lo ciego y tonto que era su hermano mayor.

—¿La forma en la que te mira como si fueras el ser vivo mas etéreo y precioso de este mundo también es parte de su personalidad? —se burló.

Chanhee fingió no haberlo escuchado y cambió de tema. —¿Mamá está en casa?

—Por desgracia.

Chanhee suspiró. Su madre siempre buscaba algún mínimo error para comenzar una pelea donde Chanhee acabaría encerrado en el baño llorando.

Y ese día no era la excepción.

—Hola, mamá... —dijo Chanhee con cautela al entrar a la cocina.

—¿Por qué llegas tan tarde? La casa está hecha un desastre, todo lo tengo que hacer yo porque tú eres un bueno para nada. —gritó la mujer que era su madre.

Chanhee desearía poder responderle, pero sabía que eso empeoraría el humor de su mamá, además no se atrevía a contestarle, le aterraba.

—Perdón, ahora la limpio.

—Y más te vale comer, esa tontería de ir al psicólogo no está haciendo nada, solo desperdicias comida, sigues igual, no haces nada por mejorar.

—¡Pero he mejor-

El primer golpe llegó. Chanhee derramó una lágrima sin ser capaz de mirar a su madre.

—¡No me contestes, Choi Chanhee! —gritó la mujer— Recoge esta casa y sirve la comida para ti y tu hermano. Y ni se te ocurra salir de esta casa, estás castigado, dame tu teléfono.

—Pero-

—¡Cállate!

Chanhee se encogió en su sitio y le dio su teléfono móvil. Esperó a que su madre saliera de la cocina para poder soltar el nudo en su garganta, cosa que hizo sin dirigirle una mirada a su hijo.

—Chanhee, ¿estás bien? ¿te hizo algo? —Su hermano se asomó por la puerta, preocupado.

El rubio limpió sus lágrimas rápidamente y le sonrió débilmente.

—Estoy bien, no te preocupes.

No lo estaba. Pero no quería añadirle un peso a su hermano.

Su ánimo había desaparecido, el llanto secreto en su habitación duró por horas.

Ese día no comió en absoluto y se durmió con el rostro empapado en lágrimas.

Mientras, Sunwoo esperó horas y horas en aquel parque solitario, columpiándose en el viejo columpio que había allí. Ya eran más de las ocho de la tarde. El rubio no iba a venir.

Suspiró. Podría ir a su casa y buscarlo, pero Chanhee le había dicho que no se apareciera por su casa sin avisar.

Chanhee no respondía sus mensajes. Llegó a la conclusión de que algo había pasado. Rezó por que fuera algún pequeño contratiempo y no algo que le estuviera dañando. Le daría su espacio, así que se dispuso a volver a su casa con un sabor amargo en su boca, luchando con las ganas de correr hacia la casa del rubio y asegurarse de que estaba bien.

Se mentalizó en que mañana se verían en la escuela.

Qué ingenuo fue.

Chanhee no fue a clases ese día, ni los siguientes en la semana. No dio señales de vida, parecía que había desaparecido de la faz de la tierra.

𝐃𝐈𝐄𝐓 | SunnewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora